Lecciones desde el horizonte
Marcos Betanzos - 07/05/2014
Por Isa Velarde - 03/10/2017
Hace tiempo leí un artículo que hablaba acerca del caso de Apple demandando a Samsung por la violación de sus patentes de diseño. En el artículo se explicaba que tras un juicio en el 2012 se había concluido que en efecto algunos de los smartphones de Samsung infringían las patentes de diseño de Apple y, por consiguiente, Samsung debía pagar la totalidad de las ganancias generadas por esos modelos. Posteriormente Samsung decidió apelar la decisión tomada por la corte alegando que el enfoque de las patentes de diseño era inadecuado. En el artículo se explica que a diferencia de las patentes de utilidad, que protegen las funciones, las patentes de diseño usualmente resguardan la apariencia de los objetos.
En 1902 en Estados Unidos, el congreso estableció que quien desarrollase un diseño ornamental, original y nuevo para un artículo de manufactura, podía obtener una patente de diseño. En caso de que se violara dicha patente, el infractor debía pagar la totalidad de las ganancias obtenidas por el producto. En ese entonces esta patente se aplicaba para objetos sencillos como cucharas, alfombras, mobiliario, etc., sin embargo, para objetos mucho más complejos como lo es un smartphone, la interpretación de este tipo de patentes se vuelve ambigua, y eso es justamente lo que Samsung objetaba.
Por otro lado estaban los argumentos de Apple, quienes explicaban que en la mente de los consumidores la apariencia de un objeto se vuelve en sí el objeto, es decir que el principal factor que influye en una compra es precisamente la apariencia. Uno de los ejemplos que emplearon fue el de la botella de Coca-Cola. Un estudio realizado mostró que la mayoría de los consumidores de este producto decían que la bebida sabía mejor si se bebía directamente de la botella original.
Todo este debate me llevó a reflexionar que el problema surgió por dos cuestiones, en primer lugar debido a que “diseño” se malinterpretó como si se tratara de “apariencia”, y en segundo lugar debido a que se consideró la apariencia de un objeto meramente como el money maker del diseño.
Es importante comprender que el alcance del diseño va más allá de la apariencia. El diseño no se queda en la superficie de un objeto, su objetivo no es el de vestir de manera fortuita un mecanismo previamente desarrollado por el departamento de ingeniería para hacerlo más llamativo. Por el contrario, el diseño se encarga de comprender todos los componentes de un objeto, los coordina de la manera más adecuada para que desempeñen su tarea eficientemente y les permite expresarse con un discurso unificado, comprensible y afín con su usuario a través de su forma.
Es verdad que la forma otorga identidad, pues es el primer acercamiento que tenemos con los objetos. Sin embargo, la apariencia del objeto es solo un componente del todo. Siguiendo con el tema del caso Apple y Samsung, imaginemos que hacemos el despiece de un smartphone. Podemos apreciar todo tipo de elementos electrónicos, chips, condensadores, resistencias, sensores, la batería y todo lo que se encuentra en el interior del dispositivo. Ahora vemos los elementos que lo envuelven, el cristal de la pantalla, la carcasa y los botones. Como observamos, estos componentes exteriores no sirven de nada sin los interiores, pero los interiores no significan nada sin los exteriores. No creo que el money maker del diseño recaiga únicamente en la apariencia, o totalmente en la eficiencia de sus mecanismos. En realidad genuinamente creo que se encuentra en la correcta coordinación de ambos, y es esto lo que permite que se alcance aquello que consideramos calidad.