La Ciudad de México tiene un sin fin de fachadas, un popurrí de estilos diversos que provocan la colindancia de épocas diversas. Cuadras con residencias bien conservadas junto a edificios abandonados que se quedaron en promesa de modernidad arquitectónica. Construcciones grandes que han sido tomadas y otras que persiguen el olvido desde el terremoto del 85 o posteriores. A lo largo de la Av. Insurgentes encontramos varios ejemplos como el Condominio Insurgentes que es un gran catálogo de ventanas, de textos, de historias caducas. A unas cuadras de éste, en el número 348, se encuentra el edificio que alberga a Liga DF y que recientemente fue intervenido por la Arq. Frida Escobedo. La edición número seis de la pequeñísima galería evoca todo aquello que no fue o ha dejado de ser. Los cascarones arquitectónicos impregnados de historias antiguas que quedan como testigos de mejores momentos de la Ciudad.
Visitar la nueva exhibición resultó una grata sorpresa. Descubrí la “ampliación” de Liga DF, la inmensidad de una esquina abandonada es ahora el protagonista del espacio. Los pocos metros cuadrados son ahora un gran edificio que busca el infinito hacia norte y sur. El reflejo de los espejos emula una historia eterna de textos atrapados entre vidrios. Un triángulo de nostalgias y de arquitectura de otros tiempos que es reciclada para renovar las dimensiones del espacio e invitar a la reflexión acerca del reuso. Una excelente integración entre el interior y el exterior que regala visiones oníricas mediante la circulación de los carros reflejada por encima del piso 30 o 32. Es díficil hacer el calculo porque el ojo no alcanza a ver ni el orígen ni el final del edificio. La extensión es difuminada por la oscuridad del espacio y la creciente horizontal no deja de multiplicarse en el pequeño caleidoscopio.
Felicidades a Frida Escobedo por la propuesta y a Liga por seguir apostando a las ideas más que a los grandes recintos.
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Fotografías: Alejandro Cabrera