Eclecticismo y arquitectura
portavoz - 01/02/2012
Por Zaira Espíritu - 01/10/2018
En el trabajo artístico de Gustavo Pérez Monzón[1] (Sancti Spiritus, Cuba, 1956) creación y práctica pedagógica son indisociables. Su experiencia con el arte se vincula desde el inicio con su interés por propiciar situaciones y generar formas de hacer como puntos de partida para producir colectivamente, explorar, conocer, trabajar con diversos materiales y desarrollar aprendizajes por medio de los procesos de creación. Como antecedente, a lo largo de los años setenta y ochenta Gustavo llevó a cabo diversos talleres con niños en Cuba en los que a través del juego, el teatro y utilizando los materiales que les proporcionaba el contexto de trabajo: piedras, tierra, ramas, hilos, construían piezas efímeras como resultado de las experiencias de trabajo.[2] Las estrategias de producción de dichas obras posteriormente fueron referente para la recreación de algunas de las piezas que el artista presentó primero en la exposición Volúmen I (1981) y posteriormente en la Primera Bienal de La Habana (1984), en las que también participaron artistas como José Bedia y Juan Francisco Elso. Sin embargo, de la producción de Gustavo Pérez Monzón realizada en aquel periodo solo quedó un escaso registro en fotografía y video, así como algunas piezas que él y unas cuantas personas conservaron. Pero la forma de trabajo que sostiene el sentido de sus creaciones, esta se la trajo con él a México cuando migró al país en 1990.
Antes de establecerse permanentemente en México, Gustavo Pérez Monzón ya había coincidido con varios artistas mexicanos con quienes compartía un interés por experimentar con nuevos materiales y medios de producción; y que, como él, estaban atraídos hacia los conocimientos tradicionales y el arte popular. Desde sus inicios el artista tuvo como referentes importantes el arte póvera, el arte de la tierra y la producción artesanal. Tras pasar algunos años en la Ciudad de México, Gustavo terminó por trasladarse al estado de Morelos junto con la artista Silvia Gruner, quien en aquel momento era su esposa, y eligieron residir en el pueblo de Itzamatitlán, ubicado en el municipio de Yautepec, lugar en el que hasta el día de hoy vive el creador.
La pedagogía como práctica artística
A inicios de los años noventa Cuernavaca, capital de Morelos, y otros lugares del estado como Tepoztlán, Tlayacapan, Cuautla y Yautepec, principalmente, fueron sitios en los que diversos artistas nacionales e internacionales decidieron establecerse. La ubicación de estos espacios les permitió alejarse de las abrumantes dinámicas de la ciudad y al mismo tiempo estar lo suficientemente cerca como para mantener su relación con el centro artístico del país, todo ello desde un lugar que también les permitía vincularse con saberes y formas de hacer tradicionales. La presencia de estos artistas en territorio morelense posteriormente contribuiría al nacimiento de dos importantes escuelas de arte en Cuernavaca: el Centro Morelense de las Artes y la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, así como al proceso de formación de una escena artística contemporánea en la ciudad. En este contexto y como resultado de una búsqueda personal a través del arte, del deseo de continuar haciendo una pausa en la producción de su propia obra –a fin de explorar la pedagogía como práctica artística– y teniendo como circunstancia el momento artístico en Cuernavaca, Gustavo eligió moverse completamente hacia el ámbito de la enseñanza.
El artista comenzó a trabajar en el Centro Morelense de las Artes (CMA) desde 1997, primero solo impartía talleres de producción, posteriormente, en el año 2000, se convirtió en el coordinador del área de artes visuales, de donde nació en 2004 la Licenciatura en Artes Visuales de la que Gustavo fue director de 2010 a 2016. A lo largo de 19 años Gustavo colocó el acento en el principio de aprender desde el hacer y a través del proceso de creación transmitió a varias generaciones de alumnos del CMA que cualquier material es materia para el arte, que la exigencia verbal como único punto de partida para justificar o iniciar una obra puede bloquear el hacer creativo, y la importancia de desentrañar lo que comunican las piezas desde los materiales que la hacen existir, pues estos en sí mismos ya contienen un discurso, una memoria afectiva y emocional y propiedades físicas particulares, es decir, una historia ya que hablan del contexto en el que se encuentran, mismo que los dota de significado y vida. Por todo lo anterior, para Gustavo Pérez Monzón siempre fue importante que los estudiantes de arte del CMA se vincularan con su contexto de origen y/o aquel en el que vivieran y crearan, y que conocieran los municipios de Morelos y el trabajo de los maestros artesanos-artistas, de ahí que organizara visitas con los alumnos a los talleres de estos ubicados en distintos pueblos del estado.
Trabajar por años con jóvenes artistas de muy distintas procedencias y con diferentes intereses de creación, así como acompañarlos en sus procesos artísticos, tarea que hoy continua haciendo de manera independiente, aunado a su propia forma de producir, reafirmaron en él la idea de que no hay una sola manera de llegar a las piezas. Bajo esta lógica, Gustavo no propone un método de creación, sino estrategias para encontrar herramientas particulares por las que cada artista se permita soltar expectativas, ser flexible respecto al resultado y dejarse sorprender por los rumbos que puede tomar la obra, a fin de que las piezas existan en una congruencia consigo mismas y con quien las crea. Sin embargo, como una paradoja, al convertirse este artista en un referente importante para tantos creadores formados en el Centro Morelense de las Artes se pone de manifiesto uno de los retos más grandes en cuanto a la educación artística se refiere, el cual radica en generar las condiciones para que los estudiantes de arte logren incorporar y nutrirse de las enseñanzas recibidas y al mismo tiempo se les de y se den la oportunidad-permiso de soltar la imagen o expectativa de un maestro(s) que irónicamente les otorga las herramientas para tener la libertad de descubrir un camino propio.
Pese a que en una lectura general de la trayectoria de Gustavo Pérez Monzón se destaque que este dejó de producir durante casi 25 años, dicha apreciación pone el acento exclusivamente en la producción de obras y su respectiva exhibición en muestras. No obstante, los procesos de enseñanza de este artista, no solo en tanto que transmisor de conocimientos, sino como alguien que utiliza la creación y las estrategias para llegar a ella como medios para configurar un aprendizaje artístico significativo, conducen a replantearse la abrupta distinción entre enseñanza y producción de arte, así como a repensar la pedagogía artística no como algo diferente de la creación, sino como una extensión de las prácticas artísticas. En el caso de Gustavo, este quehacer pedagógico-artístico le permitió a lo largo de muchos años detonar en conjunto con sus alumnos una diversidad de acciones creativas por las fue posible crear vínculos e intercambios entre tradición y arte contemporáneo.
Estar en Vilos
Vilos, derivado de la palabra vilo,[3] es el nombre de la instalación realizada por Gustavo Pérez Monzón que ha sido montada en diferentes espacios de exhibición, título que hace referencia a una expresión coloquial usada en Cuba “estar en vilos” la cual alude a aquella situación en la que se está a la expectativa, en espera de algo, suspendido; estado en el que aparentemente se mantuvo el creador durante mucho tiempo. Sin embargo, este fue un periodo en el que si bien el artista no produjo obra material propia, estuvo creando en otra dimensión más intangible: desde la pedagogía, así como aprendiendo sobre su propio proceso a través del intercambio con otros. Y es gracias al entramado de relaciones que el artista siguió construyendo por años desde la enseñanza del arte, que en 2013 Gustavo conoce a la coleccionista Ella Fontanals-Cisneros en Itzamatitlán. Este acontecimiento un par de años después lo condujo nuevamente a crear obra y a mostrarla públicamente.
En la introducción al libro-catálogo Gustavo Pérez Monzón:Tramas (2015) Ella Fontanals-Cisneros escribe que unos años antes de conocerlo había comprado una obra de él. El trabajo del artista le gustó tanto que se interesó en buscarlo, una trama de relaciones y vínculos finalmente los llevaron a encontrarse. Como resultado de esta aproximación, la coleccionista propuso a Gustavo recrear las obras que realizó en los ochenta para que formaran parte de la colección CIFO Cisneros Fontanals Art Foundation y fueran exhibidas en la XII Bienal de la Habana (2015), en la que Gustavo Pérez Monzón fue presentado como el principal artista, marcando así su regreso al campo del arte.
La obra de Gustavo es resultado de todo el camino que ha andado, comprende su recorrido por diversos países, ciudades y pueblos, incorpora el descubrimiento y uso de nuevos materiales por los que se ha dejado sorprender, incorpora su tránsito por la creación, la pedagogía y de regreso a la producción artística, su deseo de construir rutas propias que le permiten explorar territorios del conocimiento en apariencia disímiles. Todos estos trayectos a su vez le han abierto la posibilidad de crear otro tipo de obra hasta cierto punto inmaterial: una red de vínculos creativo-afectivos que ha ido construyendo con otros y que da cuenta de la dimensión colectiva que habita en toda práctica artística. En este sentido, las piezas que crea el artista operan como medios abstractos que expresan una experiencia particular del mundo construida y recreada a partir del conocimiento que dejamos y dejan en nosotros los otros, en donde la obra funciona como una especie de mediador entre el mundo interior y el exterior.
Esta vuelta del artista al mundo de la creación implicó rastrear, recuperar y rehacer piezas (como los tarots que elaboró a lo largo de diferentes años y regaló a distintos amigos), recrear todo un cuerpo de obra gráfica y conceptual, así como recordar y volver a traer a la práctica una serie de estrategias y procesos de trabajo por los que nuevamente adquirieron vida las instalaciones Tramas, Hilos y Vilos. La construcción y reunión de todas estas piezas configuró la muestra titulada Gustavo Pérez Monzón: TRAMAS, inicialmente expuesta en La Habana, Cuba (2015), y que en los últimos tres años también ha sido presentada en Miami, Sao Paulo y recientemente en el nuevo Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano (MMAC) en Cuernavaca.
El reto al que se enfrenta el artista al reinterpretarse para crear su propia obra no implica solo recordar y replicar las especificaciones formales de cada pieza, comprende algo más profundo: el ejercicio de dialogar con el pasado, traerlo e integrarlo al presente con un sentido distinto. La recreación de su obra se convierte en un espacio que permite al artista desdoblarse para observarse así mismo en el tiempo, con el fin de traer todo un proceso de contemplación y meditación a la acción de crear. Pero la producción y exhibición del trabajo de Gustavo no necesariamente representa la culminación o el fin de una etapa o proceso, más bien se puede concebir como una especie de portal que visibiliza de manera simultánea todo aquello que ha permitido que la obra ocurra, suceda y que en ella confluyan pensamiento, sentimiento, pasado, presente, ideas y acciones. Obras en las que la información recabada y compartida por el artista durante años se materializa permitiéndonos observar todo un sistema de relaciones en el que la obra de arte se constituye como un ser vivo con historia. En este sentido, el mismo Gustavo refiere que para regresar a producir estas piezas fue y sigue siendo apoyado por un equipo de trabajo en el que confía, principalmente integrado por Luis Urrea, Pavel Mora, Jaime Colín y Minerva Ayón –y en el caso de la muestra presentada en Cuernavaca por estudiantes egresados del CMA– artistas-colaboradores en los que se apoya no solo por las habilidades técnicas que cada uno posee, sino porque comparten búsquedas comunes y vínculos en torno al arte. Este equipo no solo ayuda formalmente en el montaje de las obras, sino que la colaboración entre ellos y el artista funciona porque conocen a fondo, experimentan y comprenden la estructura de pensamiento, conocimiento y emoción sobre la que se sustenta el trabajo del artista. Parte de este grupo de colaboradores en algún momento fueron alumnos de Gustavo, por lo que señala que crear en conjunto con ellos también le ha permitido ver cómo han crecido como creadores, conocer más su personalidad artística y vincularse con ellos desde un nuevo lugar.
Las creaciones de Pérez Monzón parecen ser una proyección de las negociaciones que ha ido estableciendo entre el conocimiento esotérico, racional, práctico, espiritual y sensible. Un encuentro entre saberes de órdenes distintos que fue logrando vincular en un transcurrir de la producción a la contemplación y reflexión de ese hacer artístico, mismo que fue nutriendo a lo largo de un amplio periodo mediante el encuentro, diálogo y quizás hasta confrontación con distintas aproximaciones al trabajo creativo a través de la práctica pedagógica. De tal modo que su proceso actual de creación más que representar una nueva etapa que pone fin a una época de inercia creativa, puede ser entendido como la consecuencia de un periodo de autocontemplación que no es opuesto a la producción artística, sino parte integral de esta y consecuente con las búsquedas del artista.
Para muchos aún resulta un enigma el porqué Gustavo Pérez Monzón mantuvo “suspendida” la producción y visibilización de su obra, pero en realidad este hecho parece congruente con lo que uno puede llegar a apreciar y experimentar al acercarse a sus piezas, en ellas siempre hay algo también enigmático que abre un abanico de posibilidades de interpretación. En cada aproximación a sus piezas estas se encuentran ocurriendo, revelando siempre nuevos hallazgos, te llevan a ese estado de vilo que no produce miedo o la sensación de estancamiento, sino la impresión de estar frente a un conjunto de elementos que flotan ante nosotros en una especie de suspensión que nos permite verlos y tomarlos de manera simultanea para desentrañar, descubrir o crear relaciones en las que nos podamos reconocer, abrirnos a todos nuestros conocimientos para encontrar en la obra sentidos, mensajes ocultos, códigos, patrones, arquetipos, referencias, imágenes e intenciones, que más que ser falsas o verdaderas, proyectan nuestras propias interrogantes y búsquedas.
Como en una tirada de las cartas del tarot –medio esotérico al que constantemente recurre Gustavo como una guía de consulta importante en su vida–, en diferentes tiradas del tarot pueden aparecer las mismas cartas, sin embargo la interpretación de estas y los mensajes que se leen en ellas dependen de su orden (posición que ocupan con respecto a otras), de la interpretación simultanea de la suma de todos los símbolos y, en especial, de la intención y preguntas de quien las consulta. Así también, las piezas de este artista otorgan la posibilidad de construir en y desde ellas diversos sentidos, dan al espectador el permiso de crearlos y recrearlos, pues la obra al integrar a través de una lógica poética el lenguaje numérico, el conocimiento místico, la plasticidad y discurso de los materiales, el orden y el azar, la planeación y la intuición, nos permite jugar con los elementos y encontrar en cada acercamiento nuevas conexiones entre ellos.
El trabajo de Gustavo lo experimento como una serie de actos poéticos que configuran terceros espacios en los que son posibles los matices, espacios que permiten soltar lo aprendido, sobrepasar lecturas lineales, proyectarnos, descubrir lo que ya sabemos y sorprendernos de lo que descubrimos por cuenta propia atendiendo e incorporando nuestras diferentes experiencias de conocimiento.
Un tercer espacio se abre, visibiliza o configura cuando se asigna a los lugares, objetos, materiales, formas, palabras, seres o ideas, otras funciones, usos y significados distintos de los que normalmente poseen en lo cotidiano. El arte da la posibilidad de construir terceros lugares para aproximarnos al mundo, pues al esta práctica gozar de cierto grado de libertad para hacer, permite al artista crear un contexto distinto para relacionarnos con la realidad y lo que conocemos. Este espacio, diferente de la cotidianidad pero no desarticulado por completo de esta, conecta lógicas distintas y permite construir nuevas y múltiples interpretaciones sobre nuestro entorno porque se configura desde una dimensión poética en la que se rompe con un pensamiento lineal y abre un espacio para lo lúdico, el azar y el conocimiento sensible, a través del cual se puede resignificar el sentido de cada cosa y cuestionar su aparente estado inamovible dentro de una estructura que le ha sido dada o asignada. Precisamente Gustavo Pérez Monzón construye terceros espacios abiertos a la indagación por parte del espectador, los cuales están materializados en su extensa serie de obra gráfica realizada con técnicas mixtas, en los tarots, en la pieza 15 625 cm³ de relaciones yen las instalaciones Hilos, Tramas y Vilos.
Poética de los terceros espacios
Las piezas gráficas de Pérez Monzón combinan trazos que remiten tanto a ejercicios azarosos y libres de dibujo, como a las formas de las gráficas científicas; líneas y puntos que se combinan con números que no es posible interpretar en términos académicos o lógicos, sino solo como puntos de partida para iniciar un recorrido por toda la obra y crear relaciones, tus propias relaciones, entre elementos que manifiestan no el significado de cada obra, sino aquello que tú estás buscando en ellas. A veces te atrae un punto, otras un conjunto de trazos, líneas que se encuentran, números que nos conectan con ideas o supuestas revelaciones. La obra se nos presenta como un espejo de nuestra propia estructura de pensamiento.
Respecto a las instalaciones, estas poseen medidas variables debido a que siempre dialogan con el espacio en el que tienen lugar. Asimismo, cada vez que estas se crean-recrean experimentan modificaciones, ya sea porque se utilicen nuevos materiales o porque los procesos de producción cambien si así lo requiere el contexto en el que son montadas. Pero también se han ido transformando a partir de las aproximaciones que tienen los espectadores con las piezas en cada espacio de exhibición.
En cuanto a los materiales, la primera vez que Gustavo realizó Hilos fue a partir de utilizar como materia un calcetín que se estaba deshilando, un objeto de desecho que transformó en otra cosa al extenderlo en un espacio y construir a partir de él. Para la más reciente creación de la instalación Hilos en el MMAC (2018) se deshiló durante días una tela de la que fueron obteniendo el artista y sus colaboradores cada uno de los hilos que dieron forma a la pieza, acción alrededor de la cual además entre los participantes del proceso se suscitaron conversaciones, se abrió un espacio para escuchar música, intercambiar ideas o solo estar compartiendo el silencio mientras realizaban una práctica desarrollada en un tiempo distinto al cotidiano.
El último montaje de la pieza Tramas (MMAC, 2018), destaca el artista, es resultado de experimentar y trabajar con vinil, lo que implicó abrirse a un nuevo material para crear dicha obra, arriesgarse y descubrir otras posibilidades para su uso. En cuanto a Vilos (MMAC, 2018), originalmente en Cuba la obra se realizó con piedras encontradas en la playa, ya que el artista vivía en ese contexto, pero para la muestra realizada en Cuernavaca empleó piedras de río, muy abundantes en territorio morelense. También para esta exposición –como resultado de observar cómo se vinculaba el público con ella en exhibiciones pasadas– por primera vez el artista decidió dejar un espacio abierto para que la gente pudiera llegar al interior de la pieza y con esto se generó una relación entre los espectadores y la obra que el artista no esperaba, las personas no solo entraban a la instalación, sino que se acostaban en el piso para mirar desde abajo todas esas piedras equilibradamente suspendidas por hilos, como cuando te recuestas sobre la playa o el campo a mirar las estrellas e intentar reconocer formas, asociaciones y constelaciones. Vilos, como un gran cielo estrellado, te deja expectante frente una diversidad de formas que contemplar y descubrir que cautiva. Y es que las creaciones de Gustavo se experimentan como acontecimientos que no han terminado de ocurrir, sino que están sucediendo en un aquí y ahora, en los que completar su sentido, dirección o movimiento es tarea del espectador.
En su serie de tarots el artista incluye referentes que permiten reconocer elementos esenciales en estos y leerlos, pero configura sus propias versiones usando palabras, números, colores y formas sencillas como líneas, puntos, cuadrados, círculos, con los que nos aproxima no solo a la representación, sino a su vivencia del tarot. Incluso el montaje de las cartas de tarot pareciera presentárnoslas como tiradas que están sucediendo y posibles de ser leídas e interpretadas.
El cuerpo de obra de este artista nos hace recordar que nuestro pensamiento lo estructuran distintas dimensiones y que, pese a que el conocimiento científico moderno a veces desdeñe el pensamiento esotérico, las piezas de este creador recalcan no las distinciones, sino las conexiones entre astrología y astronomía, alquimia y química, saberes ocultos-mágicos y racionales.
Las piezas de Gustavo Pérez Monzón suman y visibilizan conocimientos diversos al estar aconteciendo frente al espectador, ya que requieren que este las mire, recorra, piense, contemple, habite… Gustavo logra hacer coincidir en ellas un tiempo-espacio en el que se encuentran aprendizajes fragmentados por el hombre moderno y así hace evidentes los puentes que conectan saberes que consideramos opuestos. La poética de su creación rememora los vínculos entre adivinación y ciencia, azar y estructura, sensación y conocimiento académico, nos sitúa en un espacio intermedio que nos da permiso de vincularnos con las obras desde la intuición y los conceptos, a partir de la experiencia individual y colectiva. Este tipo de trabajo creativo expresa cómo en ocasiones los conceptos no alcanzan para nombrar experiencias que van más allá de una lógica verbal-conceptual y que dan cuenta de la diversidad de maneras que existen para acercarnos a conocer nuestra realidad.
Crear implica llevar la información que poseemos a la práctica, crear es descubrirnos, la creación artística dice Gustavo “te da libertad y permiso de existir”. Por ello las piezas de este artista no son el resultado de seguir un método, sino de recorrer un camino por el que ha ido articulando arte y vida. Son forma, materia, tiempo y espacio, resultado de la interiorización y externalización de un proceso de vivir el arte. No ilustran conceptos o sentimientos, sino que materializan toda una estructura de pensamiento: la del artista, nutrida por muchos y diversos saberes. Es un trabajo cuya existencia guarda relación con el ejercicio de soltar el control y expectativas depositadas en las obras, con el fin de permitir que estas nos muestren sus diversas posibilidades de ser, así como de reconocernos, contemplarnos y transformarnos a través de aquello que vamos creando.
Referencias
CIFO Cisneros Fontanals Art Foundation (2015) Gustavo Pérez Monzón: Tramas, catálogo.
Diálogo de Jorge Sotolongo, en: https://www.youtube.com/watch?v=xBLnSofYOBA
Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano (2018) Gustavo Pérez Monzón, MMAC-Secretaría de Cultura de Morelos.
[1] Agradezco al artista su tiempo y disposición para conversar conmigo respecto a sus procesos y obra, así como por los datos e información que me compartió para la realización de este texto.
[2] Véase el documental Diálogo de Jorge Sotolongo, en el que se registra el trabajo de creación y talleres que Gustavo Pérez Monzón realizó con niños en Cuba, en: https://www.youtube.com/watch?v=xBLnSofYOBA
[3] Palabra que significa “Suspendido en el aire o sin el apoyo o fundamento necesarios. Con inquietud por conocer el fin o resultado de algo”.