Entre la ropa y la moda
Francisco Saldaña - 02/05/2013
Por Adolfo Lara - 01/10/2013
Si buscamos en el diccionario el significado de gremio, recurrentemente encontraremos aquella que la define como un tipo de asociación que aglomera a profesionales de un mismo oficio, pero si lo plasmamos en historias reales, podría llegar a creer que cualquier gremio, incluyendo a los arquitectos, tienen más política, grilla y golpes bajos en su genética, que la intención de acuerdos en beneficio de un bien común.
Desafortunadamente nuestro país atraviesa por momentos sumamente complicados, resultado de sectorizaciones típicas de nuestra idiosincrasia. Existe una evidente fractura que tiene relación absoluta con las clases sociales, las tendencias políticas e ideológicas y, entre otros tantos, con los intereses particulares de los gremios.
Actualmente, hasta la propia ciudad se encuentra fragmentada y cada uno de los espacios públicos que en ella conviven se encuentran condicionados por los diferentes tipos de usuarios, dependiendo del estatus y el sector donde se desenvuelven. En cuanto a este fenómeno, el individualismo pareciera ser una conducta que cada día cobra mayor fuerza hacia adentro de nuestras fronteras. El tema se presenta sumamente complejo, en total relación con una condicionante social que tiene muchos años en constante desarrollo.
La complicada tarea de “agrupar” a los arquitectos entorno a un objetivo común o proyecto colectivo, tampoco es cosa de hoy en día. Todos aquellos profesionales de la Arquitectura, no estamos ajenos ni distanciados del entorno, pero probablemente si muy ligado a un estilo de vida poco comunitario, y en general, a una actitud meramente personalista. Es una realidad casi innegable que existe poca participación y aportación colectiva a la disciplina, tanto de aquellos que van iniciando como de los más experimentados y amplia trayectoria. Es también paradójico e irritante, que cada uno, desde su trinchera, dedique mayor cantidad de tiempo resaltando los aspectos negativos y haciendo crítica destructiva a “colegas” y sus ejercicios, que fortaleciéndonos y reconociendo lo poco bueno y de calidad que se ha logrado generar.
Tenemos frente a nuestras narices una realidad donde las infinitas necesidades económicas y la poca estabilidad del país han obligado al profesional a darle un giro a su área o de lo contrario, centrar su esfuerzo y tiempo a lo verdaderamente importante: producir para sobrevivir, fuera de algún otro interés y esforzándose por administrar una empresa, con todo lo que ello conlleva, que sentarse a diseñar, como vemos en tantos libros y documentales.
A pesar de esto, cada día es más frecuente darnos cuenta que el intentar sobresalir de manera individual o en reducidos grupos ha generado no tener la misma fuerza de opinión sobre aspectos específicos y significativos de la ciudad, frenar la demolición o alteración de obras emblemáticas, exigir las condiciones óptimas de trabajo, protestar por la falta de concursos públicos o por el incumplimiento de ellos, o simplemente, por darnos cuenta que no contamos con una institución íntegra, nutrida y sólida que nos cobije y represente, todos estos aspectos, de indudable interés colectivo.