Salir un domingo a las 11 de la mañana en pijama y con pantuflas a caminar por la Roma o la Condechi, con tu perro a lado en busca de un café 100% mexicano o un té chaï, es la escena más común hoy en día. Estamos siendo víctimas de un fenómeno de canapés para perros, ropa de diseñador y comida orgánica libre de gluten, de una nueva cultura o forma de vida en la que el arte conceptual y la música alternativa e independiente se llevan las palmas. De un proceso ya antes visto en otras ciudades alrededor del mundo originado por clasemedieros en busca de un barrio abandonado o en decadencia con costos de vivienda barata y ciertos beneficios culturales o locativos.
Cabe recalcar la importancia del previo declive de las zonas ahora gentrificadas: localicémonos en Nueva York, una ciudad cosmopolita, cuna del arte y de la vida hipster, si volteamos hacia su historia unos 40 o 50 años atrás nos encontraremos con un escenario peligroso y sucio tomado por traficantes de droga y otros delincuentes. O qué tal un lugar aún mas cerca: la zona de la Colonia Roma o Condesa, cuya razón de deterioro fue el sismo de 1985. La Roma fue una de las colonias más afectadas, con alrededor de 258 edificios destruidos, sin embargo allí vivían originalmente las clases altas capitalinas que añoraban el Porfiriato, por lo que tenían una arquitectura con inmenso valor histórico. Tras la catástrofe entró el pánico y todos los habitantes burgueses abandonaron la zona y vendieron sus propiedades. No obstante, tiempo después una nueva oleada de gente burguesa vio el potencial de la colonia, restauró edificios como la casa Lamm o el Balmori y compró propiedades. Con el paso de los años, y con algo de dinero invertido, la Roma se volvió el lugar que es ahora.
La palabra gentrificación proviene del vocablo inglés <gentry> que literalmente significa aburguesamiento o elitización residencial, por lo que se trata del aburguesamiento de una zona devaluada, es decir, el cambio de sus habitantes de bajos recursos por la élite. El término fue acuñado en 1964 por la socióloga marxista Ruth Glass. En un inicio remitía a la nobleza terrateniente en Inglaterra pero también a la “buena sociedad” en general, a las personas “bien nacidas”, en un sentido peyorativo. Estas personas llevaron a cabo el primer caso de gentrificación en Londres durante los años 60 y tiempo después se empezaron a ver casos similares en otras ciudades del mundo.
Lo que lo hace reprochable es el impacto social que conlleva. Expulsar a los habitantes de bajos recursos de sus propiedades con tal de obtener los beneficios de la zona es incluso discriminatorio, es tanto como decir que ellos no merecen estar allí por su sector social, además de que implica, en crudas palabras, la eliminación radical de personas non gratas en su nuevo concepto de ciudad. Y encima, conforme la gentrificación avanza los precios de la vivienda empiezan a subir irracionalmente, los inversores compran a precios bajos y luego venden a un público con alto poder adquisitivo por cantidades exorbitantes.
A la gentrificación le sigue generalmente la hipsterización, que no se refiere a la parte inmobiliaria sino a la cultural. El término hipster también tiene una connotación clasista pues se define como una subcultura de jóvenes bohemios de clase media-alta. Este segundo proceso se lleva a cabo en los lugares gentrificados y a su vez causa el incremento de costos culturales, llámense galerías, restaurantes, tiendas, etc., porque si algo caracteriza a la cultura hipster son estas cosas. Es imposible dar una caminata por la Roma-Condesa sin cruzarte con un restaurante de mesas de madera de diseñador y toldo negro, una galería que expone fotografías abstractas conceptuales, cines que proyectan películas independientes o una tienda de skateboarding, de viniles o de ropa carísima. Y no es que yo esté en contra de la cultura hipster y los barrios gentrificados, debemos admitir que somos parte de ellos, vivo en la colonia Roma, como en restaurantes y de vez en cuando compro cosas de estas tiendas. También debemos aceptar que así como criticamos esta cuestión socioeconómica, nosotros que vivimos en un medio con un nivel adquisitivo considerable somos más beneficiados que afectados. Qué mejor que llegar a un barrio limpio, seguro, con cultura, donde se te da cierto estatus social incluso por la parte gubernamental.
Durante un tiempo circuló una publicidad y petición por parte de los habitantes de Iztapalapa que comunicaba que cuando la gente de nuestra zona gasta mucha agua a los que deja de llegarles es a ellos, no a nosotros. Tenemos una preferencia servicial y económica por parte del gobierno. ¿Por qué no dejan sin agua a los que la gastan en exceso? ¿Por qué invierten más dinero en arreglar parques de la Roma o Condesa que en la mismísima e indispensable vivienda de zonas afectadas por la pobreza? La gente de mayores recursos por lo general tiene más estudios y “cultura”, sobre todo en este medio hipster donde se supone que estas dos cosas sobresalen. No estoy afirmando que el dinero defina esto, para nada, pero lamentablemente suelen ir un poco ligadas, además de que nosotros tenemos mayor acceso a la información. Sin meternos tanto en este tema tan discutible, lo último que quiero decir es que al gobierno no le conviene de ninguna manera que este tipo de personas (y no por dinero sino por cultura) estén en su contra ya que esto implicaría manifestaciones, demandas, o peor aún, la difusión de sus errores por redes sociales y por ende su visibilización en otros países. En otras palabras, les conviene mantenernos contentos. Y eso nos conviene a nosotros para recibir una mayor atención. Según algunas encuestas de Excélsior, a los habitantes de la Roma en general les ha convenido bastante la gentrificación, los propietarios rentan a precios más altos, los comercios venden más caro y los habitantes ven mejoras en el entorno, además todos comparten la opinión de que las cosas situadas en la zona adquieren mucha plusvalía.
La primer faceta tras la gentrificación y hipsterización de un barrio suele ser buena ¿no?, da la imagen de una mejor calidad de vida. Pero también hay que fijarse en el trasfondo, las entrevistas mencionadas anteriormente no son sólo miel sobre hojuelas, también hay quejas sobre el aumento de rentas de locales o departamentos, los altos costos de la comida, etc. Debemos darnos cuenta de dos cosas: la primera es que la desigualdad y la pobreza de la gente que antes habitaba en los barrios no desaparece, sólo se desplaza. El hecho de que estos lugares se vean perfectamente bien acomodados y ordenados no significa que se hayan erradicado las carencias de los anteriores habitantes, simplemente las han expulsado de su ex barrio. Lo peor es que no tienen a dónde ir, les pagan miserias con las que no les alcanza para nada. Esto genera nuevos círculos de miseria en las afueras de la ciudad, donde se tienen aún mas carencias y pobreza. La segunda es el enorme cliché que esto supone. Llega un momento en el que la imagen sobrepasa a la cultura, se deja de consumir por gusto o porque lo que compras sea realmente bueno y se pasa a ser sólo una víctima de la cuestión: “soy lo que compro”, soy parte de la buena sociedad si compro este producto estúpidamente caro que no vale lo que cuesta, o si voy a clases de yoga, o si uso tal blusa del diseñador de tal tienda. Y no sólo caemos en estas redes de consumismo, también seguimos enriqueciendo a la gente rica así como empobreciendo a la pobre, valga la redundancia.
La gente de bajos recursos que conserva sus propiedades en los lugares gentrificados deja de poder pagar las cuotas de servicios del barrio, y en caso de que tuviera un local éste termina desapareciendo. ¿Por qué? Bueno, pongamos el simple ejemplo de las tienditas de la esquina. ¿Cuántas de estas tienditas sobreviven aún en la Roma o Condesa? Seguro las cuentas con los dedos. Charles Darwin dijo que “sobrevive quien mejor se adapta al cambio”, y aunque hablaba en términos de biología podría usar este concepto en cuestiones de sociología.
Todos los establecimientos que no cumplen las normas de la cultura hipster deben de adaptaptarse o desaparecen y son sustituidos por Oxxo’s o 7 eleven’s en el caso de las tienditas. Las fondas son reemplazadas por cafeterías, o inclusive las viviendas sólo son de nivel si tienen por detrás un arquitecto hipster de renombre, y en caso de no tenerlo, se las hipsteriza. Las tiendas de mascotas se convierten en peluquerías caninas y spas, y así sigue una lista muy extensa de locales que sufren esos procesos. Todo sea por complacer y concordar con la hipsterización.
Aprovecho para retomar el tema de las mascotas. Otro cliché. Por supuesto que apoyo el buen trato o la adopción de perros y animales en general, yo misma soy dueña de un perro adoptado y me declaro amante de los animales, pero llega un momento en el que el tema de la salud de los perros se exagera con tal de vender croquetas carísimas, o su consentimiento llega a extremos cuyos daños van más allá de la integridad del perro. En la Delegación Cuauhtémoc, según datos del INEGI, hay 75 mil canes que producen cada mes siete toneladas de excremento en las calles, y el número sigue subiendo. Mientras la tasa de natalidad disminuye, la de perrhijos aumenta, lo cual causa también daños en las bombas de las fuentes de la ciudad debido a la cantidad de pelo que se atasca y descompone los equipos. Simplemente estamos llegando a un exceso.
Estoy de acuerdo y apoyo varias de estas influencias, algunas son buenas causas con buenos argumentos, como la adopción o la esterilización, el mejoramiento y creación de los espacios públicos, el interés por la salud y el ejercicio (los gimnasios son otra cosa fundamental en un lugar hipster), el intento por evadir cosas comerciales e inclinarse por lo alternativo e independiente, el hecho de preferir un cine independiente a un Cinemex o la ropa de diseño a la ropa de Bershka, el apoyar el uso de bicicletas e intentar no contaminar. El problema es el estigma que se genera alrededor de esto, y aunque suene muy repetitivo, cliché es la palabra que mejor describe la situación. La mayoría de estas iniciativas son buenas, pero con su debida mesura y sin exagerar, sin llegar a extremos criticables. “Los excesos son malos”, tal vez por eso existe tanta mofa y juicio acerca de los hipsters.
En fin, todo lo que sube tiene que bajar, todo lo que empieza termina. La gentrificación y hipsterización van a la alza, aún les queda mucho por delante, pero en algún momento se terminará esa moda y llegará otra, como siempre ha pasado en la historia de la humanidad. Y la Roma y las demás zonas hipster también superarán este periodo. Esperemos que no pero también existe la posibilidad de que termine como inició. Hemos olvidado cómo fue que llegamos aquí, ¿qué hizo que decayera la colonia antes de la gentrificación? Puede que controlemos la cultura o los espacios, pero lo que no controlamos ni de cerca son los sismos. Y a pesar del nivel de vida que llevamos, estamos olvidando el suelo pantanoso en el que estamos parados, y la catástrofe latente que aún no llega.
Texto: Frida Regina Huerta Olguin