Curaduría de Proyectos Vivos
Zaira Espíritu - 12/10/2017
Por portavoz - 14/12/2011
En el diseño industrial hay muchas formas de generar piezas y también de imprimirles el conocimiento personal para impactar y mejorar su calidad. Para Cecilia León de la Barra, diseñadora mexicana, existen dos vías para ello. La primera es la labor tradicional de enfrentarse a la hoja en blanco para desarrollar un diseño que puede pertenecer a una línea propia o bien responder a las necesidades de un cliente. La segunda es aprovechar algunos objetos que son de diseño anónimo y que forman parte de nuestra vida cotidiana por pertenecer a la cultura popular. Ella nos cuenta que tiene una fascinación particular por el color y que hay diseños que requieren de una pequeña aportación para mejorarlos y ponerlos a disposición de todo tipo de gente y no limitarlos a un solo sector.
En su paso por el colectivo MOB, Cecilia puso sobre la mesa la posibilidad de alcanzar otro nicho con la famosa silla hecha con tiras de plástico tejido, muy comunes en las terrazas de la costa de México. Después de cierta investigación decidió contactar a un proveedor y mejorar los materiales, el tipo de soldadura e incluso la gama de colores, de forma tal que fuera un producto que alcanzara mayor público. Gracias a ello la silla que hoy conocemos como silla Acapulco fue puesta en circulación a diversos mercados y se ha posicionado como un ícono del diseño mexicano en territorio nacional y extranjero. Aún en algunas zonas conserva otro nombre como silla huevo y concha entre otros. Incluso se han desarrollado variantes como la Acapulco baby, la silla Condesa, silla Tula y otros diseños que han sido aprovechados por otras empresas para hacer sus propias producciones.
De la misma forma Cecilia realiza uno de sus más recientes proyectos. En ésta ocasión eligió los floreros conocidos como económicos que usualmente veíamos en los panteones. Actualmente han caído en desuso ya que según nos comenta Ceci, la gente se los roba y han quedado sustituidos por latas de chiles. Resalta que el diseño le gusta tal como es y que gracias a ello lo llevó a una producción en cerámica y con ello dio paso al florero llamado Plástico fino.
No hay limitantes para diseñar y la reinterpretación de objetos populares es tan válida como otros procesos ya que en ambos casos son los consumidores los que tienen el beneficio de invertir en productos de una mejor calidad.
fotografías: Alejandro Cabrera / Gerardo Domínguez