La arquitectura, un juego de pocos
Emmanuel Ruffo - 14/08/2013
Por Alberto Waxsemodion - 21/12/2016
“Cuando digo que hay demasiados libros, quiero decir que hay demasiados para cada individuo.”
Aldous Huxley
Del 2 al 4 de diciembre del 2016 tuvo lugar, en La Casa del Hijo del Ahuizote, el segundo encuentro de impresores independientes Rrréplica-02. Asistieron más de 15 impresores nacionales y 10 internacionales que representaron a países como Nueva Zelanda, Puerto Rico, Canadá y Brasil.
Además de haber sido una muestra del trabajo de cada impresor y una serie de actividades relacionadas con la imprenta, fue una celebración e intercambio tanto de técnicas como de materiales y experiencias entre las personas que integran cada uno de los proyectos. Los materiales puestos a la venta iban desde reediciones de insectarios del siglo XIX hasta revistas que intentan vincularse con la estética gráfica del punk, pasando por poemas gráficos de un solo folio.
El encuentro, como su nombre lo dice, no estuvo enfocado en escritores o editoriales, sino que hubo un particular interés en las técnicas de impresión, en especial en la risografía y la serigrafía (por tratarse de técnicas económicas y accesibles que ofrecen un amplio espectro de experimentación). De igual manera hubo un énfasis en la ilustración, ya que muchos de estos proyectos se apoyan en lenguajes visuales que van más allá de lo escrito. Hay una notoria influencia del diseño gráfico en la mayor parte de estas pequeñas empresas.
Salta a la vista que cada impresora posee una identidad gráfica muy potente y que bien la puede hacer única en cuanto a sus publicaciones. Entre ellas destacan las mexicanas Joc-Doc, La Duplicadora, Latino Toons y las internacionales La Impresora de Puerto Rico, Moniker Press de Canadá y Tiny Splendor de Estados Unidos. Cada una vale por su calidad gráfica y se distingue una de otra por su misión y visión en lo que a los contenidos que imprimen se refiere.
Es en pleno siglo XXI que quizá la pregunta obligada y el lugar común sea ¿para qué seguir imprimiendo? ante la debacle y posterior adaptación de gigantes editoriales e imprentas, después de la cancelación de diarios impresos y revistas a lo largo y ancho del mundo, con una población que paradójicamente lee más pero no textos de mejor calidad. Y la respuesta parece venir no de un solo sitio, sino de cada uno de estos agentes culturales, desde cada producto que están compartiendo con el mundo.
Publicar/Imprimir genera reputación. Claramente occidente es una cultura de los objetos (los museos son el mejor ejemplo de ello), y aunque el campo editorial ha cambiado a pasos agigantados en los últimos veinte años, lo cierto es que el objeto libro/revista/fanzine sigue teniendo un peso importante dentro del imaginario cultural de algunas sociedades. El olor a libro viejo, las cortadas del papel, las dedicatorias al margen y los subrayados son parte de una ritualidad muy poderosa que es difícil pensar de otra manera. El papel y la tinta son aún gigantes de nuestra cultura, para bien o para mal.
Publicar/Imprimir ayuda a la memoria. Existen miles de asociaciones que se dedican a preservar el acervo de libros por medio de su digitalización. En el otro extremo de esta realidad, se considera que reimprimir un libro puede significar que alguien que nunca lo hubiese podido tocar o contemplar en un formato similar al de su publicación original es capaz de hacerlo por medio de alguna impresora como La Duplicadora, que también se dedica a reimprimir pósters o tarjetas; una forma de actualizar y circular la memoria gráfica del mundo.
Publicar/Imprimir genera ingresos. Punto polémico: impresores de otros países muestran que se trata de comercios viables cuando existe un conocimiento de administración y negocios. Es complejo hacer libros que interesen al público, por eso en su grueso estas empresas optan por las ediciones limitadas con tirajes que van más hacia la artesanía o el famoso “libro de artista”, que puede ser vendido más caro debido a la noción de autor presente no sólo en el contenido sino en el objeto en sí.
Publicar/Imprimir genera experimentación. En el caso de las pequeñas editoriales es notoria la necesidad de destacar por parte de quienes generan los productos, esto los lleva o bien a innovar o bien a mirar el pasado con la inquietud de encontrar algo “valioso” en términos de materia prima para impresión. El carácter físico del libro los lleva a experimentar con el papel y sus dobleces, con poemas origami como en el caso de La Impresora o a ejecutar colaboraciones que nacen en una simple servilleta de papel como producto casi final, como en el caso de Moniker Press.
Publicar/Imprimir genera espacios. Una de las preocupaciones que abren estos espacios es la falta de lugares de trabajo para que sus ideas circulen más allá de un grupo de amigos reducido, por eso crean cooperativas en las que tanto sus recursos como sus redes crecen para crear “algo” más grande, no sólo se aspira al crecimiento económico sino al reconocimiento, la circulación de puntos de vista y finalmente el renombre.
Publicar/imprimir como sinsentido. “Estamos en peligro de sacrificar la calidad de la lectura a la cantidad, en peligro de leer demasiado y demasiado rápido como para juzgar lo que leemos” (1). En 1932 Aldous Huxley temía que la cultura sería aplastada en una avalancha y una vorágine de libros que se publicarían sin sentido, simplemente habría demasiados libros como para leerlos.
Ray Bradbury en su célebre Farenheit 451 nos decía que algo peor que quemar libros o prohibirlos sería, finalmente, no leerlos o arrumbarlos en mohosas bibliotecas. No sé en qué punto de la cultura nos encontramos hoy, lo cierto es que parece que publicar es tanto un acto de rebeldía como de sabia idiotez. No existimos lectores suficientes dispuestos a depositar nuestro tiempo en un texto que sea algo más que superficial o que diga poco menos que un punto de vista cómodo y correcto.
En una tecnocracia el papel de un panfleto con poemas es menos que ridículo y aun en ese panorama desolador, muchos impresores independientes se empeñan en mostrar que no hay por qué ser absolutos, que los tipos móviles pueden convivir perfectamente con los tuits. Aunque la mayor parte del tiempo solo parece que quieren hacer eco en medio del más absoluto de los vacíos.
1 Huxley A., “Si mi biblioteca ardiera esta noche”, p. 85 Edhasa, España, 2012.