Javier Sánchez
- 30/04/2012
Por portavoz - 21/06/2016
El diseño del Pabellón Eco es una convocatoria anual dirigida a profesionales de la arquitectura que promueve la vanguardia en el ejercicio de esta profesión en uno de los sitios más particulares de la Ciudad de México: El Museo Experimental el Eco. Se trata de una intervención in situ que desde el año 2011 catapulta al despacho o arquitecto ganador a las charlas de sobremesa del gremio. Más allá de la natural competencia por el triunfo que caracteriza a los invitados a concursar y de la hermética y elitista manera de proceder del jurado, se trata de un evento que año con año capta la atención de propios y ajenos al mundo del diseño arquitectónico.
El fin justifica los medios
La máxima de Maquiavelo aplica perfectamente al proyecto ganador de la edición 2016 que ha causado polémica por la forma de explicar sus intenciones desde la etapa de concurso: en las láminas conceptuales que el despacho ganador presentó al jurado se observa una propuesta representada a modo de caricatura; una forma de representar ideas alejada del canon o del modo en que se presentaría una intervención arquitectónica; los planos, las imágenes foto-realistas y la maqueta pasan a segundo plano ante unas imágenes aparentemente sacadas de SIM-CITY, un juego por internet de realidad virtual basado en la simulación. Y es que, esencialmente, ese es el fin de la intervención ganadora de este año: no es arquitectura, no es paisajismo ni tampoco espacio público, pero simula serlo.
Ser o parecer, he ahí el dilema
Las primeras ediciones del pabellón de 2011 a 2013 se caracterizaron por exaltar la plástica del Eco mediante intervenciones cargadas de expresividad, geometrismo y juegos de luz y sombra; intervenciones que nadie dudaría que hayan sido planteadas por arquitectos. Tras un concurso declarado desierto en 2014 el jurado cambió la manera de elegir al ganador poniendo más énfasis en las ideas que en las formas, en los esbozos más que en los resultados finales, en lo que el proyecto aparenta más que en lo que es. Esto no tiene nada de malo ni de sorprendente en los concursos de arquitectura, en este medio y en esta profesión gana quien sabe comunicar y vender su idea, es decir, quien aparenta ser el mejor postor al servicio de las expectativas del cliente o el jurado. Pero ¿cuáles son las exigencias actuales en el gremio de los arquitectos?
Divide y vencerás
Según qué clientes o qué jurados y sus respectivas demandas, requerimientos o necesidades, es el tipo de propuesta que actualmente un despacho de arquitectura presenta a concurso. De lo anterior se deduce que cuanto más tipos de clientes o jurados existan mayor será en número de posturas, propuestas, lenguajes y, sobre todo, discursos que un arquitecto debe manejar en la actualidad para obtener el beneplácito de ser “El elegido”. En el gremio actual rigen dos leyes: construir por construir o criticar por criticar. Cuando rige la primera el objetivo es el dinero, cuando rige la segunda el objetivo es tener la razón. Es así como a costa de recursos o discursos hechos y deshechos una y otra vez se observa un grupo de profesionistas de la arquitectura cada vez más dividido que se debate entre la complacencia y los laberínticos sustentos teóricos, olvidando el fin de la arquitectura; un fin que APRDELESP (el despacho ganador) pone de manifiesto al superponer la palabra ARQUITECTURA a la de ARTE en un escrito del artista Mathias Goeritz (autor del Museo Experimental el Eco) que se transcribe a continuación.
“Este pabellón –aunque presentado a través de un concurso de arquitectura en un museo-, no pretende mostrar arquitectura. Debe entenderse como una afirmación; una protesta contra todo lo que hemos producido bajo el término de arquitectura; y una protesta en contra de nosotros mismos como arquitectos. La arquitectura ha sido violada y está muerta. Ya no hay ningún problema arquitectónico trascendental. Pero hay uno filosófico. La estética sin un contexto ético seguro puede producir resultados interesantes, incluso bellos, pero no arquitectura. La arquitectura es un servicio. Mientras la arquitectura no tenga una función espiritual, todos nuestros esfuerzos están condenados a lidiar con una especie de arte egocéntrico, hecho por intelectuales para intelectuales… Pensamos que el arquitecto, en vez de concentrarse en su genio independiente tiene que admitir que sus trabajos realmente no son nada más que diseños temporales y que todo el resto es vanidad, propaganda o negocio…”
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