Anibal Pantoja
- 26/12/2013
Por Marcos Betanzos - 16/12/2014
Este fin de semana, autoridades del Municipio de Chimalhuacán hicieron entrega a su comunidad de la escultura monumental denominada Guerreo Chimalli, la autoría a cargo de Sebastián (Enrique Carbajal) ha comenzado a circular en notas periodísticas, exaltando en todas ellas una serie de números propios de la megalomanía que se le ha asociado al escultor chihuahuense y de la línea más estricta del comunicado de prensa del gobierno municipal: la obra alcanza los 60 metros de altura; pesa 870 toneladas –es la más grande que el autor ha realizado-; promete ser el nuevo icono del municipio mexiquense; cuenta con una cimentación de 65 pilotes hincados a 28 metros de profundidad y una base de concreto a 10 metros de altura… bla, bla, bla… En una de esas no vacilarían en presumir que es la más horrenda de la colección, la fealdad nunca antes esculpida, pero cierto recato aún no les permite hacerlo. Es curioso que tampoco les permita presumir cuánto costó y quién o cómo se paga una obra así.
Ante la gran opacidad que vivimos y que colma el universo de la obra pública en nuestro país, Sebastián a través de su fundación, se ha erigido como la mano benefactora que lleva la cultura y el arte a cada municipio de este país, a cada pueblo, porque como se sabe, no hay ciudad que merezca el título sin que tenga una obra de Sebastián en una plaza pública o edificio de gobierno. Él logró que la escultura sea un objeto de primera necesidad pero a la fuerza, nadie se salva de ver por aquí y por allá, las casi 200 obras que ha realizado y a esto habrá que sumarle las conmemorativas –y también puestas a venta- representaciones a escala que “engalanan” un sinfín de oficinas de funcionarios públicos. “Todos los gobernadores, alcaldes y políticos de México le encargan a Sebastián… Los políticos se sienten seguros financiando sus esculturas porque son famosas. ¿Que por qué son famosas? Porque las compran los políticos.” Afirma Guillermo Sheridan.
Vale la pena preguntar, ¿Cuánto nos cuesta tal despliegue escultórico que con mayor frecuencia nos hace encontrarnos con estructuras figurativas en rojo, verde, amarillo, correspondencia curiosa con los partidos políticos que gobiernan las sedes de sus obras? ¿Cuánto nos cuesta que el instrumento para hacerse de más pedestales municipales para erigir esos monumentos abstractos sea la donación? ¿Y la donación como instrumento NO sujeto a revisión obliga a ignorar quién y cómo se contrata la construcción y el mantenimiento de esas monumentales obras? ¿Este mecanismo es ilegal o simplemente incorrecto?
Así, mientras a los políticos se les hincha el pecho al cortar el listón a los ciudadanos se les aplasta el mínimo orgullo de pertenencia cuando ven coronados sus impuestos con un nombre cósmico –ahora ya no tanto, ahora domina la tendencia prehispánica- que resulta ser un cascarón de acero sin oficio ni beneficio porque a los pies de Sebastián no hay nada, sólo políticos y funcionarios dispuestos a prestar sus territorios de gobierno como escenografías para justificar arrogantemente que una escultura sea visible desde otro municipio y quizá consolidar así la discrecionalidad y la falta de transparencia en el destino de los recursos públicos. ¿A usted le han preguntado si quiere otro Sebastián en la glorieta de su barrio? Tenga cuidado, a su funcionario público se lo están sonsacando.
Eruviel Ávila secundó desde que llegó al cargo de gobernador estatal la visión de erigir oportunamente un Guerrero de acero, antes que exigir o promover que ese recurso público de impacto municipal se destinara al mejoramiento de banquetas, pavimentación de vialdiades, garantizar el abasto de agua o energía eléctrica, incrementar la seguridad del municipio, dar cobertura total de alumbrado público o consolidar un programa de mantenimiento para áreas verdes. Este fin de semana, el Guerrero Chimalli que parece soportar con toda firmeza una antorcha campesina (nombre de la principal asociación civil de influencia política en el municipio) y no un hacha, reitera que a los pies de Sebastián no hay nada, si no lo cree anímese a visitar el municipio gobierna el Ing. Telésforo García Carreón y observe cómo la improvisación, la ignorancia y el derroche hicieron de un pretexto artístico un parque lineal con fuentes danzantes y luces multicolor: el espectáculo es francamente deprimente, monumental y vergonzoso.
En nombre del mejoramiento de la imagen urbana, se ha erigido otro monumento a la opacidad. ¡Es increíble que con esa escala aún no pueda verse con claridad lo que hay detrás de las miles de toneladas de acero pintadas a todo color!
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