Actualmente es muy común que diseñadores industriales no sólo diseñen sus productos, sino que los produzcan y distribuyan. Aunque las industrias creativas representan un aporte significativo en nuestra economía, es poco usual encontrar una empresa cuya propuesta de valor sea el diseño, sobre todo si se trata de una empresa dedicada a la producción.
Hace un par de días estuve en la presentación de un libro sobre Michael Van Bueren. El libro habla sobre el diseñador americano formado en la Bauhaus y el éxito de sus diseños de mobiliario producidos en su propia fábrica en la Ciudad de México. El éxito de esta compañía fue tal que todavía las generaciones actuales de la familia Van Bueren siguen viviendo los beneficios económicos de la desaparecida marca.
¿Cuáles serán las razones por las que ya no hay más “Van Buerens”?
Lo primero que uno podría discutir es que Van Bueren se formó en la famosa Bauhaus y que a esto se le atribuye su éxito como diseñador. En realidad, cada vez es más popular que diseñadores mexicanos hagan un postgrado en el extranjero. Tenemos mexicanos en el RCA, Umea, Design Academy, ECAL, etc. Hay muchos colegas trabajando en México que tienen formación en escuelas de similar importancia que la Bauhaus[1], sin embargo no es una razón para que no exista un modelo exitoso de diseñador en México.
Otro argumento es la competencia. Ahora la industria del mueble se ve inundada de productos chinos, de bajo costo, fabricados en gran escala con muchos puntos de distribución, lo cual hace virtualmente imposible para los fabricantes locales competir con el ritmo de demanda y bajo costo. No creo que en la época de Van Bueren existiera esta competencia tan agresiva.
Otro punto por el que creo que no existen más Van Buerens es la situación fiscal de nuestro país. Sobre todo en los últimos años, las leyes fiscales nos perjudican demasiado a nosotros los diseñadores-empresarios. Cada vez es más difícil decirle a Hacienda que lo que estás gastando es parte de tu inversión y la taza de impuestos sobre tu ganancia es enorme. Esto nos motiva a demostrar la menor utilidad posible, por lo que es difícil mantener un fondo de ahorro.
El que un diseñador monte su propia fábrica puede ser bastante difícil. Es por esto que muchos de nosotros decidimos trabajar con artesanos, talleres informales o comunidades. Este modelo de “diseñador a artesano” tal vez pueda funcionar bien, mientras se entiendan las limitantes productivas.
Me refiero a que mientras que se produzca y se comercialicen cantidades bajas, no hay mucho problema pero tampoco hay mucha utilidad. Entonces, el diseñador expone su trabajo en diversos medios como en ferias de diseño o mercados, donde los objetos le llenan el ojo a algún arquitecto, especificador o distribuidor y se hacen pedidos grandes… ahí es cuando empiezan los problemas.
Para generar una buena utilidad tipo “vivo de lo que hago” necesitamos, ya sea vender poco a un precio alto, o vender mucho a un precio bajo. No toda la artesanía con diseño se percibe como un producto caro y es difícil tener una producción grande para satisfacer, digamos, a un distribuidor como una tienda departamental, llena de pagos a 60 días y posibles penalizaciones económicas si no se cumple al momento.
Y eso que no nos clavamos en hablar de la inconsistencia a la que nos enfrentamos al colaborar con este tipo de talleres informales, donde los productores deciden cambiar el material o el diseño, entregan después de la fecha acordada o simplemente desaparecen con el dinero del anticipo.
Esto convierte al modelo “diseñador-artesano” en algo paradójico.
Muchos diseñadores de mobiliario prefieren hacer “Proyectos”, asociarse con un arquitecto y fabricar todo el mobiliario. Para que sea negocio el diseñar, se tiene que cobrar a través de la producción. Esto hace que el diseñador se convierta más en un supervisor de producción, buscando la manera de bajar costos de fabricación para obtener mayor utilidad, muchas veces afectando la integridad del diseño.
En un mundo perfecto, nosotros los diseñadores no tendríamos que producir o comercializar. Nosotros venderíamos el diseño como servicio a empresas que se encargarían de producir, distribuir y comercializar. Pero vivimos en un país donde el diseño se practica generalmente de manera informal y sin ningún tipo de planificación. Como se describe la Arquitectura en el último reporte de industrias creativas de la UNESCO, “Una Arquitectura sin Arquitectos”.
Esto no debe de ser motivo de desánimo para nosotros. Al contrario. Países como el nuestro tienen tantas oportunidades que nosotros tendremos que ver cómo capitalizar. Ejemplos hay bastantes, el primero que se me viene a la mente son las populares bicicletas amarillas diseñadas por Ariel Rojo que se encuentran a través de la ciudad de México, o la marca de diseño contemporáneo artesanal David Pompa. Ambos lograron capitalizar a través de la producción, tal vez no de la misma magnitud que Michael Van Bueren, pero a una escala bastante optimista, para los tiempos que vivimos actualmente.
¿Cómo nos podemos imaginar un diseño económicamente viable en México?
Si quieres saber más del libro de Van Bueren, checa este link: http://www.arquine.com/en/libros/la-bauhaus-en-mexico-el-diseno-de-van-beuren/
Si quieres leer el Informe sobre la Economía Creativa de la Unesco, puedes descargarla acá: http://www.unesco.org/culture/pdf/creative-economy-report-2013-es.pdf
Fotografía: Bertrand Goldberg
[1] Ojo: comparar a la Bauhaus con otra escuela actual es como comparar a Messi con Maradona, nunca vamos a acabar, entonces mejor no entremos a esta discusión.