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Este abril, TECHO construyó la vivienda de transición 100 mil. Un modelo de vivienda mínima y de bajo costo que responde a la crisis habitacional en asentamientos precarios de 19 países de América Latina y el Caribe.
Por Dulce Colín
La ciudad, como un indiscutible espacio de oportunidades de desarrollo social, económico y cultural, fue una promesa que detonó la transformación súbita en los centros de población del mundo como consecuencia de las grandes migraciones del campo a la ciudad a partir de los años 70.
A cuarenta años, aquella ha resultado ser una promesa incumplida para gran parte de la población y no es casual que sea en las urbes de los países con altos índices de rezago donde se manifieste una de las expresiones más evidentes de desigualdad y marginación: los asentamientos humanos irregulares.
En la actualidad, alrededor de 830 millones de personas en el mundo se han visto obligadas a vivir en asentamientos irregulares. En Latinoamérica y el Caribe son 110 millones, 1 de cada 4 personas. En México no existe una cifra oficial fiable sobre la magnitud del fenómeno pero se estiman alrededor de 1,351,717 hogares en zonas urbanas en situación de pobreza de patrimonio sin escrituras sobre su propiedad, que equivale a poco más de 6.55 millones de personas y se estima que crezca a medida que más personas emigren de zonas rurales en busca de oportunidades.
Las condiciones de las viviendas en estos asentamientos son muy básicas; muchas de éstas son auto-construcciones con materiales de desecho como cartón, plástico, lámina y sin acceso regular a servicios básicos como agua potable, servicios de saneamiento ambiental y electricidad, además de carecer de certeza jurídica sobre la tierra. La precariedad material de las viviendas deja a sus habitantes expuestos a una serie de problemas como la mala calidad de salud y altos niveles de inseguridad, los que eventualmente podrían afectar su productividad, perjudicar su bienestar y condicionar su percepción de dignidad.
El modelo de Vivienda de transición de TECHO
La creación y crecimiento de los asentamientos irregulares representa una crisis social que se expande en silencio y que se traduce en un eventual desastre urbano. La ciudad como oportunidad es, en realidad, la ciudad en emergencia.
La propuesta de una vivienda mínima y de transición que ofrece TECHO (antes “Un techo para mi país”), organización que trabaja por la superación de la pobreza en asentamientos por medio del desarrollo comunitario, es entonces una solución inmediata ante la crisis habitacional, de hábitat y de vulneración de derechos permanente que sufren sus habitantes.
La vivienda que TECHO construye en México es una estructura modular de una habitación de 6 metros de largo por 3 de ancho, fabricada de madera, lámina y páneles de fibrocemento con tratamientos y recubrimientos aptos para climas extremos, permiten el aislamiento al ruido y calor, resistencia, incombustible e inoxidable. Cada casa tiene un valor de $ 2,850 (USD) y puede ser construida en dos días entre 3 y 8 personas entre voluntarios y sus próximos habitantes.
Este 27 de abril se construyó la vivienda número 100 mil desde que inició el programa hace 17 años en Chile. Hoy opera en 19 países de América Latina y el Caribe, todos ellos en los cuales las autoridades no han podido dar una solución legislativa, de políticas públicas y de planificación urbana factible y apegada a los protocolos internacionales de derechos humanos relacionados con esta situación.
Con la vivienda 100 mil, TECHO conmemora 17 años de trabajo en conjunto con pobladores de 450 comunidades de Latinoamérica y el Caribe, promoviendo procesos de empoderamiento que les permitan mejorar sus condiciones de vida.
Sabemos que proveer viviendas de transición puede no ser suficiente para otros aspectos como salud, condiciones laborales e inversiones. Tomando en cuenta que la pobreza es un problema de múltiples dimensiones, es necesario focalizar la atención en el acceso formal a agua potable, electricidad, capacitaciones sobre temas de salud o mejor acceso al transporte público. Actualmente, el modelo de trabajo de TECHO apunta a abordar estos problemas con programas enfocados en educación, empleabilidad, vivienda, infraestructura comunitaria y salud.
Uno de los compromisos que integra la Declaración de Medellín, resultante del 7º Foro Urbano Mundial el pasado 11 de abril, es “la promoción del desarrollo urbano sostenible, basado en la planeación urbana que fomente un desarrollo territorial balanceado; la mejora y prevención de los asentamientos irregulares; la provisión de vivienda, servicios básicos, tenencia segura de la tierra”.
La Declaración de Medellín resulta un insumo necesario que nos da una plataforma común en el trazo de la ruta para el desarrollo urbano. El reto está en que el discurso sobre el desarrollo sustentable del hábitat transforme de la retórica en papel a una verdadera voluntad política de la sociedad para transfigurar el ordenamiento territorial con un marco de derechos humanos como esqueleto. Una tarea que se sabe monumental y, por momentos, inasible.
* Dulce Colín nació en la Ciudad de México en 1982. Es periodista de formación y tiene estudios en Políticas Culturales en la University College Dublin. Está interesada en temas urbanos, de desarrollo y culturales. Ha colaborado en distintos medios, como El Universal, Emeequis, El Fanzine, Expansión y Forbes México. Es co-fundadora de Central Art Projects, Oficina Social y Mañana DF. Actualmente trabaja como Directora de Comunicación de TECHO México.