El pasado sábado el filósofo, critico de arte y teórico alemán Boris Groys estuvo en el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo para dar fin al seminario El museo como experiencia crítica el cual partió de muchas de sus tesis con el fin de analizar las posibilidades de que una institución o soporte mediático en términos de Groys, pueda ser parte de una experiencia crítica. Al final, tuve oportunidad de platicar con él sobre su estancia en México y algunas ideas que me parece, guardan suma relevancia y que quisiera retomar. Durante la conversación que mantuvimos, una de las ideas que aún permanecen en mi cabeza fue su insistencia en conformar nosotros mismos nuestra propia institución. Este tipo de afirmaciones no son ajenas, basta recordar a la artista Andrea Fraser quien en su texto From the Critique of Institutions to an Institution of Critique menciona que somos nosotros la institución y en ese sentido la problemática se centra en tener en cuenta qué tipo de institución conformamos y que tipo de valores perseguimos lo mismo que replicamos e institucionalizamos (“We are the institution. It’s a question of what kind of institution we are, what kind of values we institutionalize, what forms of practice we reward, and what kinds of rewards we aspire to”). La institución pasa entonces a ser una cuestión interna en el sujeto y es por ello que las preguntas que nos hacemos, los cuestionamientos que realizamos y aquello de lo que participamos resulta una cuestión fundamental. No obstante, considero que en este caso si bien las temáticas son afines, el comentario de Groys apuntaba hacia otra dirección. Cuando él empezó a explicar a qué se refería con ello, mencionó la importancia de tratar de no seguir esquemas preestablecidos esto es, seguir lógicas anteriormente puestas en marcha. Ello no implica por supuesto que habremos de innovar en todo lo que hacemos debido a que al seguir esta lógica se cae en el peligro de lo que implica la moda, lo que él explica, citando a Walter Benjamin, como un mesianismo débil, sino que apunta a la importancia que implica el cuestionar todo constantemente, el ejercicio fértil de plantearnos preguntas, de direccionar la mirada hacía otros sitios que no necesariamente han sido explorados en demasía, de apostar por nuestras inquietudes.
Puede al inicio parecer una observación algo obvia sin embargo, al ponerse a pensar resulta innumerable la cantidad de exposiciones, proyectos, ideas que están en una incesante repetición. De algún modo, esta repetición forma parte de la lógica que involucra al sistema de bienalización, de ferias de arte o incluso de las exposiciones siendo que hay que responder a su temporalidad y ello implica una aceleración en la producción, circunstancia que deja poco tiempo para verdaderamente aventurarse en el camino del explorar tal como lo menciona en The weak Universalim cuando alude a la falta de tiempo (“ya nadie tiene tiempo”) lo cual es parcialmente cierto y que a su vez se vincula con la percepción del tiempo en el marco de un sistema como el capitalismo tardío. Sin embargo, la lógica que propone y que vincula con el sistema de vanguardias me resulta sumamente importante. Ser nosotros nuestra propia estructura, crearla, moldearla, plantear nosotros nuestras propias reglas del juego y tener claro que en ocasiones, implica también saber cuáles reglas queremos romper o bien, sólo romperlas al crear las nuestras. Tal como ocurre en La regla del juego (La regle du jeau) de Jean Renoir cuando el amor que siente André Jurieux lo lleva a romper las dinámicas preestablecidas por una burguesía para la cual, seguir las reglas del juego y dinámicas de apariencia que genera, resulta fundamental. En ese sentido, no se trataría tanto de negar ni de operar al margen, sino de desaprender lo aprendido, de reaprender a intuir lo que nuestros intereses e ideas nos llevan a pensar. En el texto anteriormente citado, Groys explica que “uno constantemente escucha y lee que debemos de cambiar, que nuestra meta –también en el arte- debería de ser cambiar el status quo. Pero el mismo cambio es este status quo. El constante cambio es nuestra única realidad y en la prisión del cambio permanente, cambiar el status quo implicaría cambiar el cambio –escapar de éste. En efecto, cada utopía no es otra cosa que un modo de escape de este cambio” entonces la posibilidad se centra en la construcción de pequeñas utopías a sabiendas de que inevitablemente pasarán a formar parte del “cambio”, para lo cual resulta importante esa movilización a la que aludió cuando dijo que resulta fundamental moverse, ser escritor, editor, artista. Aprender lo que necesitamos para sacar a flote nuestros proyectos sin esperar que la ayuda venga del exterior. Eso implica el moverse en esta era donde el cambio se ha generalizado y la utopía menospreciado.