Inspiración en lo cotidiano
Adolfo Lara - 02/07/2013
Por Ricardo García Santander - 14/02/2019
Este 9 de Marzo se cumplen 117 años del nacimiento de Luis Barragán, uno de los arquitectos mexicanos más celebrados y reconocidos en el mundo por su manejo de la luz y la carga emocional de su arquitectura. En palabras de Alberto Campo Baeza; la arquitectura de Barragán “crea atmósferas más que envases” y está por encima del tiempo, es de ayer, de hoy y de mañana.
Seguir las pistas de Barragán es una tarea difícil, parece que se esforzó a lo largo de su vida por borrar toda referencia o documentación de lo que había visto o analizado, creó un mito alrededor de su vida con tal esfuerzo que, ante todo, misticismo y silencio son parte de su legado.
Es muy probable que Luis Barragán entendiera y percibiera las cosas de una manera distinta a sus colegas de la época, su sensibilidad se había moldeado de niño entre fiestas populares, paisajes increíbles y arquitectura tradicional en Mazamitla y Guadalajara. Sus viajes a Europa le habían llenado la imaginación de nuevas ideas. En París en la Exposición Universal de 1931, sus ojos habían visto el arte del mundo de otro modo, el más moderno, que mezclaba la sofisticación de la ciudad con el mundo rural, sus sentidos aprendieron a ver las huellas que imprime el alma humana en las obras de arte. En su arquitectura logró poner en la cultura mexicana lo que los japoneses siempre han sabido: las bondades y cualidades plásticas de la luz.
En febrero de 1931, siete años después de terminar sus estudios de ingeniería civil, y con algunas casas construidas, Barragán inicia un viaje que le permite tener una estancia de cuatro meses en Nueva York, la cual le ayudó a llenar la mente de nuevas ideas, su visita a París no es la excepción y también tiene una serie de sucesos que le permitirán cambiar su manera de entender la materia y abstracción, sus procesos y sus búsquedas espaciales. Después de regresar de ese largo y enriquecedor viaje lleno de reflexión y aprendizaje, Barragán expresa:
“Estoy con ganas de hablar diferente, hasta ahora mi trabajo le ha pedido prestado a los antiguos sus palabras. Yo he entendido sus mensajes pero ya no sirven sus rebuscados métodos. El espíritu de hoy llama a la pureza, al rigor, al mejor uso de la materia. La belleza de una época debe surgir de la solidaridad del arte con el espíritu. Es de lamentar que los artistas hayan huido de su tiempo. Hay que volver a nuestro presente”.[1]
Regresemos a París, al segundo de sus viajes que hace a esta ciudad, después de su estancia en Nueva York. Barragán visita París en el verano de 1931 y es muy posible que inicie una serie de comparaciones con su anterior escala, Nueva York, en cuanto a su ritmo de vida y en cuanto a su forma de ver el mundo. En Europa conoce artistas, pintores, escritores, arquitectos, pero posiblemente lo que más le sorprende son dos cosas, el pensamiento de la época, y la excesiva velocidad de la vida parisina.
En ese viaje algo cambia en Barragán que le produce un desencanto en las ideas que hasta ese momento le apasionaban. Quizás las pistas inicien en Nueva York, donde conoce al arquitecto Friederick Kiesler. Es muy probable que el intercambio de ideas y los comentarios de Kiesler abrieran la mente de Barragán a las ideas del Movimiento Moderno, que llegando a Europa puedo observar, visitar, analizar y estudiar. Es seguro que en este caso el neoplasticismo lo atrapara por la articulación de los planos y espacios, e inevitablemente por el uso del color.
“mis conversaciones con Kiesler fueron muy interesantes […] hablaba de un funcionalismo que Kiesler entendió muy bien; un funcionalismo de la función construcción para que el espíritu se desarrolle y viva agradablemente”.[2]
En París Barragán vive dos sucesos que posiblemente modifican su manera de pensar y entender las cosas. En julio de 1931 conoce en persona a Le Corbusier, y aunque seguramente fue un encuentro breve y fugaz, Barragán quedaría impresionado por la atracción, gran personalidad y los dotes de maestro que tenía Le Corbusier. En este encuentro fugaz Barragán le muestra su deseo de conocer su obra y Le Corbusier le sugiere visitar su opera prima en Poissy, incluso le dibuja un plano para llegar a la Villa Savoye. Tan grande fue el impacto para Luis Barragán, que en la primera librería que encontró, compró todos los libro que había de Le Corbusier.
En agosto de 1931 pocos días después de su encuentro con Le Corbuiser, conoce personalmente a quien hasta ese momento se había ganado la total admiración de Barragán, Ferdinand Bac. Imagino que habrá sido un momento emocionante e importante en su vida, pero es muy posible que algo haya pasado para que Barragán casi no refleje ese encuentro tan esperado, la única referencia que tenemos es su sentir y pensar del día que conoció a Bac, gracias a la publicación de escritos y conversaciones de El Croquis:
“Cuando platiqué con Bac entendí su miedo a los tiempos modernos y por qué se refugió en la belleza del ayer. Eso tampoco ha de ser la solución, Bac hizo cosas muy bellas pero sin armonía”.[3]
Estas palabras de Barragán están cargadas de una desilusión total, seguramente al darse cuenta de que los jardines Colombières no eran el paraíso que imaginaba, o aquello en lo que creía. Se derrumbaban ante sus ojos las ideas que había tomado como guía y ahora tenía que encontrar un nuevo rumbo.
De estos dos sucesos y encuentros que tuvo Barragán en París es posible que la persona de Bac quedara en la sombra ante la fuerte personalidad de Le Corbusier y por ende, el cambio de rumbo de las ideas en Barragán se inclinaran más por lo que pensaba el maestro del Movimiento Moderno.
Pocos días después de visitar los jardines de Les Colombières, va a Poissy, un pequeño sitio a las afueras de París, y visita la Villa Savoye. Nuevamente la obra de Bac es opacada por la obra de Le Corbusier. No hay que olvidar que ahora Barragán pensaba en lo aprendido en Nueva York, seguramente con los ojos fríos y calculadores puestos en los planos para la imagen al dejar de lado los sentimientos y las sensaciones que le causó la Alhambra en su primer viaje. La Villa causó mucho interés en Barragán por lo que percibió a través de la fuerza visual de la obra y lo describe de esta forma: “Fui al pueblo de Poissy a ver una casa de Jeanneret, muy moderna, me ha parecido una bella escultura. El paisaje a su alrededor sirve de mesa verde, se me figura a sus bellos cuadros”.[4]
En esta visita a la Villa Savoye, Barragán descubrió el leguaje del Movimiento Moderno, esta obra no solo contenía y exponía los cinco puntos de la arquitectura de Le Corbusier, también expresaba el gran logro de la arquitectura Moderna y el pensamiento que había detonado los 5 puntos de Le Corbusier. El armazón del edificio había hecho que las paredes maestras fueran obsoletas; y como ahora podía revelarse y apreciarse la estructura, se pedía que las columnas se separasen de las paredes y tuvieran libertad para erigirse en medio del espacio abierto del edifico, es decir, la famosa planta libre, ese pequeño gesto en la estructura del edificio permite tener muchas variables en la apropiación del espacio y en el lenguaje de la obra, así se modifica la envolvente, liberando el plano de la fachada de la estructura o elementos que pudieran romper su horizontalidad y la idea de plano libre en fachada, para lograr la ventana, fenêtre en longueur.
Partiendo desde su experiencia y su nuevo conocimiento en el proceso de la fotografía y la imagen, es muy posible que quedara atraído por el manejo de la sucesión de planos de la villa y lo que genera ante los ojos de quien la mira, el entendimiento del plano secuencia en el espacio y los múltiples encuadres que se generan con los ojos. Y un tema fundamental fue la importancia del hueco en la arquitectura, el uso de la ventana en la Villa Savoye fue determinante para que Barragán entendiera el manejo del interior y exterior de la vivienda; las ventanas que miran al patio interior tienen una connotación distinta a las ventanas que miran al exterior, justo ahí se dio cuenta de la relación visual de lo construido con el jardín y con el entorno. Otro tema que seguramente atrapó su mente fue el uso y manejo de la luz, del color y la penumbra.
El impacto que causó en las ideas de Barragán este viaje fue tan potente que tomó tiempo para que pudiera digerir lo que había visto y experimentado con sus ojos. Casi 15 años después de su viaje a Nueva York y París, se le presenta la oportunidad ideal para poner en práctica lo que había germinado en su imaginario. A partir de 1945 que inicia con las experimentaciones y El Pedregal se convierte en el campo perfecto para poner en práctica lo que había ya aprendido y reflexionado.
Sin duda la visita de París fue un viaje que puso en crisis muchas de sus ideas y le ayudó a re-inventarse, a tomar un nuevo rumbo. Parece que siempre intentó minimizar lo que vio, sonrió y aprendió en Francia, para siempre ponderar lo aprendido en España o África. “Todo se me ha precipitado. Me encuentro felizmente extraviado, doblemente huérfano. París me ha traicionado”.[5]
Es claro que París provoca un efecto irreversible, seductor y misterioso en la mente de Luis, a pesar de sus constantes preguntas y dudas, decide anteponer el camino del pensamiento Moderno por encima de las ideas románticas que lo habían acompañado hasta antes de su segundo viaje a Europa. Es prudente considerar que en cualquier oportunidad de compartir alguna idea, siempre rondaba el espíritu de confusión de su alma.
Después de sus viajes a Europa y África, envuelto en el pensamiento vanguardista, y en el espíritu de la época, Barragán decide cambiar su residencia, de Guadalajara a la Ciudad de México, como parte fundamental en el cambio de su pensamiento que debía inspirar su capacidad de re-inventarse, y de re-construirse. La idea de vivir la dinámica de una ciudad muy poblada y caótica, le dotaban de nuevas experiencias profesionales y personales.
La personalidad de Barragán fue fuerte, meticulosa, calculadora, callada y misteriosa, podemos decir que es una personalidad que atrapa y que fue construida poco a poco, lo interesante ahora es saber de qué forma construyó ese imaginario de sí mismo. Las personas que más influyeron su pensamiento y su manera de relacionarse con el mundo fueron: José Clemente Orozco, Friederick Kiesler, Jesús Reyes, Mathias Goeritz, Max Cetto y Le Corbusier.
[1] Barragán Luis. “Sobre Ferdinand Bac y Guadalajara”. Ed. Riggen. Escritos y conversaciones. El Croquis, Madrid, p. 94.
[2] Alejandro Ramírez Ugarte. “Los jardines de Luis Barragán”, p. 93.
[3] Barragán Luis. “Sobre Ferdinand Bac y Guadalajara”. Ed. Riggen. Escritos y conversaciones. El Croquis, Madrid, 2000, p. 95
[4] Barragán Luis. “Apuntes desde París. Ideas sobre arquitectura contemporánea”. Ed. Riggen, escritos y conversaciones, p. 95.
[5] Luis Barragán. “Apuntes desde París: ideas sobre arquitectura contemporánea” Escritos y conversaciones. Ed. Riggen, p.79.
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