FueraDentro
portavoz - 28/01/2013
Por Arcelia Mac Gregor - 08/09/2016
Entre pin-ups de los cuarentas y, ya con un par de décadas de distancia, pinturas de David Hockney, se me ocurren muchos ejemplos visuales acerca de la invención de la mujer sobre el escenario arquitectónico. Desde la imagen que revela el quehacer del género femenino un tanto limitado a la actividad doméstica, hasta la imagen liberal, por así decirlo, que coloca a la mujer ya dentro del esquema espacial más abierto de la casa, y no por que la mujer estuviera escindida de aquella domesticidad, sino por la evolución de los esquemas arquitectónicos que empezaron a desplazar a los espacios divididos y contenidos entre muros que obligaban a expulsar a la fémina de aquella cocina encerrada.
La forma de pensar la arquitectura seguía cambiando al igual que la forma de hacerla pero la mujer seguía ahí, confinada en sus emociones electrodomésticas, destinada al cuidado de su hogar dulce ahogar y al desgaste emocional escondido detrás de la rutinaria sonrisa perfecta. Pero las actividades no solamente se condensaban en la cocina y en la limpieza, para muchas esposas (porque no hay que olvidar que no podría haber una buena ama de casa sin el matrimonio de por medio) había una actividad que presumiblemente les hacía tener mayores composturas emocionales: la de decorar. Adornar la casa se convertía en el posible acto reparativo, por medio del cual se pretendían componer un poco a ellas mismas. Woody Allen lo expone, con otras décadas de separación, en Blue Jasmine. Una Cate Blanchett que vive la pérdida de ella misma al haber dedicado su vida a su casa y a su marido; a todo menos a ella. Una mujer en un estado emocional precario que pretende reiniciar una vida buscando, además de otro marido, un quehacer en la decoración de interiores. Cuál otra actividad que la de decorar; la más familiar, la más marital, la única no olvidada que no requiere de estudio y que, sobre todo, solicita una cierta aprobación del sexo opuesto.
Es la limitación de la mujer de decorar la superficie del espacio la que establece la jerarquía patriarcal que le niega a ella el control del espacio… así, ella no tiene una casa propia más que la que construye con su propia decoración [1]
Mark Wigley cuestiona temas espaciales al exponer el conflicto del control del espacio entre el género femenino y masculino. Esto es atinado si entendemos que la mujer en el escenario arquitectónico no está sujeta únicamente a la imagen publicitaria y/o a la imagen de domesticidad que tanto ha llenado a los siglos XX y XXI, sino que se ha extendido a nivel profesional hasta comprometer a esa postura patriarcal que ha caracterizado a la profesión de la arquitectura. Una en la que todavía, por mucho que se predique lo contrario, el espacio masculino predomina sobre el femenino al establecer un discurso de subordinación que, exhibido no forsozamente desde una plataforma Freudiana, se elabora en torno a la femineidad como algo deficiente y atrofiado; como la fracción que de no ser auxiliada por el hombre no puede ser completa. Esa idea, ahora sí del lado psicoanalítico, de la mujer inconclusa en tanto no aprobada por la mirada del hombre, postula la imposibilidad de concebirla como creadora de espacio pero sí como decoradora de interiores. Más aún bajo el lente histórico a partir del cual la creación y construcción de espacio ha sido atribuida al género masculino.
Parece que a veces no hay mucha distancia entre hoy y esas décadas de pin-ups, aún cuando hoy los recovecos de domesticidad siguen siendo reconocidos por ambos géneros. Así, mientras este reconocimiento quede excluido se seguirá dictando la equivocada idea de que la creación de espacio arquitectónico es un asunto de género.
Imagen: David Hockney in Betty Freeman’s LA Home, in front of Beverley Hills Housewife (1966-7), 1967 photographed by Kasmin “The New Situation – Art in London in the Sixties on Sotheby’s blog” (2016) Recuperado el 4 de septiembre de 2016, de: http://www.sothebys.com/
[1] Colomina, Beatriz Sexuality and Space New York: Princeton Architectural Press, 1992.