Lina Bo Bardi y su perspectiva femenina
Jimena Hogrebe - 05/05/2015
Por Víctor Alcérreca - 03/11/2014
“(…) Veías todas las cosas. Los objetos hermosos, los libros bellos, todo a la vista, instrumentos musicales, un clavecín, violines, etc. Pero ¡aquellos libros! Me quedé muy impresionado, aquello era expresivo. Me preguntaba si era tarea de la arquitectura crear un recipiente que contuviera todas aquellas cosas, o para acoger el mundo del trabajo, o lo que sea; en definitiva, todo aquello que le permita a uno tener consigo esas cosas”
Peter Zumthor, Atmósferas
El interiorismo en México se encuentra transitando entre ser el territorio de damas de supuesto “buen gusto”, que decoran habitaciones, al de convertirse en asunto los profesionales entrenados para transformar y ocupar el espacio. Las nuevas generaciones de arquitectos interioristas han apurado el paso para superar la tradicional idea del maquillaje como el único recurso de intervención de los interiores que vivimos. Detrás de este abordaje de profesionales están unos pocos y consistentes programas académicos que han marcado distancia de las tradicionales escuelas para señoritas que sólo se preparan para ambientar su propia casa.
Desde las aulas de ambas profesiones, arquitectura de interiores y su hermana mayor –la arquitectura-, se acortan las distancias y los prejuicios entre interior habitado y espacio construido. Los estudiantes y profesionistas de ambos oficios nos encontramos muchas veces discutiendo las mismas referencias teóricas y artísticas. La corriente de pensamiento actual ha revitalizado en ambos oficios el interés por la atmósfera: el espacio háptico, cargado de experiencia sensorial, más que de especulación abstracta y cerebral.
Con estas ideas en mente, vale la pena hacer una visita a Design House –el evento principal dentro de Design Week México– que en su sexta edición tiene como invitado al Reino Unido. El ejercicio consiste en invitar a diseñadores, artistas y patrocinadores “a transformar los distintos espacios de la casa en una elegante exhibición de estilo, arte y vanguardia”.
Salvo contadas excepciones, saturación es la palabra que mejor define la estrategia que proponen año tras año los participantes en Design House. Saturación de texturas, objetos, artefactos, artificios, aromatizadores, brillos, terciopelos. Incluso las obras de arte seleccionadas para cada espacio se convierten con frecuencia en parte del ruido ambiental, de la disonancia de estímulos. Son muy escasas las reflexiones sobre las estrategias espaciales y aún más las que tienen que ver con el cómo el diseño del espacio dialoga con nuestros hábitos. Las mismas costumbres, saturadas de objetos “nuevos”. Las mismas maneras de vivir. El uso del término “minimalista” – o “minimalista chic”- en los textos a cargo de un par de autores debería ser el último clavo en la tumba de este término nacido del arte conceptual y sus espacios de exhibición, y arrastrado por los arquitectos durante décadas para darse baños de pureza.
Hablando de baños: ¿por qué alguien tomaría uno junto a una scooter Lambretta pintada con la Union Jack? Decepciona que la cultura Mod –británica, rebelde y sofisticada como pocas- se reduzca a este guiño fácil en medio de un baño que recuerda más a una tienda. Hasta la apropiación simplista del trabajo de James Turrell en el espacio designado como “Biblioteca” puede ser entendida en el mismo sentido de saturación, de apuesta por el puro efecto.
El catálogo sólo es recomendable adquirirlo como colección de estos excesos discursivos y lugares comunes con los que algunos diseñadores invitados intentan acompañar sus procesos creativos. No faltan las citas de Octavio Paz –que en este país sirven para anunciar aeropuertos o “conceptualizar” una terraza -, las declaraciones no solicitadas de simplicidad y de ser enemigos de la ostentación. O las “añoranzas y ausencias” para justificar exhibir gallinas vivas en una ventana (que felizmente fueron retiradas en los primeros días, seguramente por los reclamos de personas más sensatas que el arquitecto que las propuso).
Con todo, la casa invadida sí presenta algunas intervenciones que van en otro sentido. Niz Chauvet propone una recámara sobria y habitable, donde una cama giratoria logra transformar de manera sencilla y efectiva el espacio. Héctor Esrawe consigue con un solo gesto –una superficie curva y transparente- un nuevo diálogo ambiguo y provocativo entre interior y jardín. “Redefiniendo”, afirma en la descripción, “fronteras con un muro transparente de formas redondeadas donde se crean espacios interiores sencillo pero esenciales.” Esta operación, sumada a la recuperación casi arqueológica de los muros decorados del espacio original nos pone más cerca del cuestionamiento y la provocación.
Design House estará abierta hasta el nueve de noviembre. La mejor manera de terminar una visita a ella es en el “Garage”, propuesta de Lisa Beltrán y Gustavo Carmona. Aunque el despacho Materia Arquitectónica pensó este espacio meditativo, penumbroso, “como transición de nuestras vertiginosas y cotidianas vidas, hacia la armonía de nuestros hogares”, opino que lo que logra neutralizar es el tránsito por los excesos de los interiores vecinos. A pesar de recurrir otra vez al recurso del aromatizante artificial, el espacio sí logra transmitir la temperatura y el sonido apagado del concreto negro y escamoso que cubre los muros.
Desing House ya se ha instalado como una visita obligada -y entretenida- para todos los que nos interesamos por la arquitectura de interiores (con todo lo escapista que puede ser el entretenimiento y el “lujo” en los terribles días que vive este país). Es cada vez más interesante como exhibición de visiones distintas de oficios que en nombre se parecen, pero que no son lo mismo. Esperar otra cosa, podría ser pedirle peras al olmo. Es un evento muy bien organizado que tiene su mercado y su público, a los que se dirige exitosamente.
Tal vez la invasión temporal de una casa –una idea muy atractiva, sin duda- podría ser replanteada por otros equipos de diseñadores y patrocinadores. El simple cambio de código postal de la casa abriría una reflexión rica sobre el inagotable tema del espacio doméstico. Reflexión siempre vigente con la que Iñaki Ábalos introduce su ya clásico libro “La buena vida”:
“No se trata de un manual de arquitectura doméstica, ni tiene la ambición de dar instrucciones sobre qué hacer. Carece de finalidad práctica inmediata; su objetivo es alertar y contribuir a una mayor conciencia de los vínculos entre las formas de pensar, de ver el mundo, los modos de vida y las técnicas proyectuales; que éstas no son neutrales sino que limitan y contiene en sí mismas la capacidad de maniobra crítica de nuestro trabajo”
Los laboratorios sobre estas otras formas de ver y habitar son escasos. O escalados por necesidades prácticas ¿Quién pone una casa para la versión en español del Desing House?
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