Bonito es una palabra tan fea
Isa Velarde - 04/05/2017
Por Adolfo Lara - 21/05/2013
Como si se tratase de una carrera de relevos, en muchos y evidentes casos, los arquitectos deciden pasar la batuta a sus hijos, trasladan conocimientos y fama a sus “herederos” con la intención de seguir su legado o simplemente por darle continuidad al trabajo que llevan desarrollando por años.
De inicio, si tu padre es arquitecto, seguramente tendrás dentro de tus planes a corto o largo plazo, continuar sus pasos profesionalmente hablando y, aunque no es regla, casi podría serlo. Porque si además de desayunar, comer y cenar Arquitectura durante toda tu vida, tu acta de nacimiento te indica que tienes un apellido “Barraganesco”, la situación podría volverse ligeramente más cómoda, ya que sin intentar demeritar la capacidad de nadie, es verdad que si compites profesionalmente contra alguien de apellido Legorreta (aunque no tengas absolutamente nada que ver con el arquitecto Ricardo), en busca de una oportunidad en algún despacho, sea cual sea, llevarás ligera desventaja si a tu nombre le sigue un López o un Pérez.
Y por más que parezca exagerado, no lo es, aunque tampoco es un asunto generalizado, lo cierto es que al día de hoy, no termino por entender esa extraña atracción de quienes toman las decisiones importantes con aquellos de apellidos y/o nombres importantes como parámetro inicial de otorgamiento de oportunidades, cuando debería priorizarse la capacidad y el talento por encima de cualquier otra situación. Aunque por supuesto que no es tema exclusivo de la Arquitectura, ya que seguramente cualquiera de apellido Jordan y que juegue basquetbol, tendrá más facilidades que el resto de los mortales.
Pero como en toda historia, está la antítesis, la otra cara de la moneda, y es que el apellido también arrastra con la responsabilidad de un portafolio de proyectos que seguramente inició cuando tu apenas vestías pañales y dabas tus primeros pasos, pero no solo eso, carga también con la esperanza de recibir como “mínimo” el talento, la creatividad y la forma de afrontar los proyectos que tenía el padre.
Por poner un ejemplo, en caso de que el hijo de Frank Gehry se enfundara en la camiseta de arquitecto, seguramente le sobrarían proyectos y clientes ansiosos de encontrar bolas de papel arrugado hechos edificios tal y como lo hacía don Frank, por lo cual, en caso de que quisiera trabajar de una manera distinta, llamémoslo “estética”, materiales, espacialidad, etc, seguramente perdería todo, clientes, proyectos, fama y todo lo que ello conlleva el “respaldo del apellido Gehry”. Y es que al igual que el resto de los “archi-stars” que todos conocemos, han pasado de ser personas para convertirse en marcas, en sellos distintivos preocupados por seguir una línea repetitiva de trabajo, priorizando siempre su “estilo” y forzando programas arquitectónicos con el único motivo de coleccionar esculturas habitables alrededor del mundo. Obviamente sin importar si el proyecto es en Holanda o Veracruz, funciona de la misma manera, solo le agregamos aire acondicionado en lugar de calefacción deberán pensar.
Por lo cual, seas “el hijo de…” o no, la búsqueda de tu propia identidad, tanto personal como profesional, deberá regir tu día a día con el único objetivo de intentar sobrevivir y disfrutar lo más que se pueda este eterno idilio con la Arquitectura.
NOTAS RELACIONADAS
LO MÁS LEÍDO.