La civilización es la condición cultural propia de las sociedades más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres. En la manera de edificar, se reflejan los niveles técnicos, las costumbres de habitar, las formas de vida e incluso la producción de sentido, es una muestra de civilización, donde podemos apreciar el nivel de sofisticación cultural de cada sociedad. Es la evidencia tangible de los procesos civilizatorios.
En México la civilización que se expresa a través de lo construido es muy precaria. Mientras un pequeño círculo de arquitectos se dedica a las audacias creativas, la gran mayoría de las edificaciones del país no cuentan con los criterios básicos con relación a la eficiencia constructiva, energética y medioambiental.
Las formas de producción urbana mas importantes por su extensión son los modelos de vivienda social y los asentamientos irregulares, en ambos casos, la manera de concebir los proyectos es muy rudimentaria, no se consideran seriamente aspectos como la innovación constructiva, la ventilación y la luz natural, las ganancias térmicas, una localización interior a los límites urbanos. El tipo y calidad de construcción en ambos casos es muy elemental, no refleja nuevos conocimientos técnicos, ni acercamientos arquitectónicos mas complejos. De cierta forma son expresiones de la urgencia económica por tener una casa, y por colocar créditos inmobiliarios por parte de las instituciones encargadas de la producción de vivienda. De la misma forma, gran parte de las edificaciones públicas destinadas a alojar a los cuerpos burocráticos o brindar servicios a la sociedad, que se han construido en los últimos años, repiten de forma sistemática las mismas carencias conceptuales en el diseño, la arquitectura y la planeación urbana.
La evolución cultural de la arquitectura en México se ha reducido a la obra de autor, mientras, el desarrollo que podría suponer la distribución de conocimientos constructivos básicos, a través de la normatividad y la educación, es inexistente. Las periferias sociales coinciden con la periferia cultural, al menos en términos arquitectónicos.
El desarrollo cultural al rededor de la arquitectura se detuvo hace muchos años, perdió de vista que es a través de las ciudades, la manera en que se articulan los derechos en los entornos urbanos; en donde se pueden crear procesos sociales capaces de desencadenar identidades sobre nuevas y mas inteligentes maneras de habitar; entornos mediante los cuales, los espacios públicos garanticen las divergencias bajo un mismo techo jurídico; además de que puede propiciar construcciones congruentes con el medio ambiente, con la economía de los diferentes sectores socioeconómicos, y orientadas a procesos sostenibles.
A diferencia de dar muestras de un proceso de consolidación de una civilización, las edificaciones en México, y los entornos urbanos, que hemos producido en los últimos quince años, son principalmente una evidencia de la ausencia de una evolución cultural. La indiferencia institucional por los temas relacionados con el control y la distribución de los espacios, han dejado como resultado entornos urbanos incapaces de ofrecer condiciones para el ejercicio de los derechos; en todo caso hemos producido escenarios mas parecidos a escenas de la película Mad Max, donde el espacio se disipa a través de dinámicas informales de desarrollo, ante un medio natural destruido o abandonado; mediante espacios articulados por carreteras llenas de baches, que se conforman entre establecimientos de table dance, hoteles de paso, casas de empeño, oxxos y cajeros automáticos. La ciudad se fuga entre los intersticios, los no lugares y un entorno que de manera constante es ajeno a todos. Imaginemos por ejemplo, a las carreteras de entrada y salida a todas las ciudades del país, el camino entre un conjunto de vivienda y otro, avenidas por todo el país caracterizadas por alojar una mezcla de procesos formalmente irregulares, en donde lo único seguro es tu propia vulnerabilidad. La edificación de la vivienda es torpe, fuera de un lugar adecuado geográficamente, es cara, de alto costo de mantenimiento energético. En México, el estado se desvaneció en términos espaciales, el desarrollo urbano y la arquitectura son propicios para la barbarie. ¿Hasta que punto se le puede atribuir a la indiferencia por el control de los espacios, particularmente urbanos, como una causa más de la crisis de violencia que ha vivido México en el último sexenio?
La ausencia de civilización, que se muestra por todas las ciudades del país y por toda la imagen desaliñada y descontrolada, puede ser motivo suficiente para plantear seriamente la necesidad de desarrollar una legislación y una normatividad en relación a la arquitectura, el diseño industrial, la planeación y el diseño urbano; que tenga la finalidad de recuperar el control de los espacios; de crear espacios públicos definidos por permitir el ejercicio de los derechos; por crear un desarrollo intelectual y tecnológico que apunte a formas innovadoras de habitar y de producir suelo urbano; que tenga como objetivo desplegar leyes y normas que obliguen a los proyectos de vivienda y de edificios públicos, a buscar procesos constructivos eficientes, sostenibles y energéticamente viables.
Crear una Ley de proyectos, diseño y planeación es una opción jurídica y cultural de dirigir la producción de espacios hacia un proceso de civilización.
Texto: Arturo Ortiz Struck / @arturortiz