Minuto de arquitectura / Monumento a la Revolución
- 24/01/2012
Por Marcos Betanzos - 28/08/2013
“Entre las causas de la violencia que amenaza con destruirlo todo nadie incluye la desolación y la desesperanza que engendran vivir, sobrevivir, en un lugar donde toda fealdad tiene su asiento.”
José Emilio Pacheco
Ciudad Neza es para algunos ese lugar de confrontación, contraste y casas grises. Para otros, el mejor ejemplo de estigmatización, clichés y prejuicios en torno a un espacio y sus habitantes. Un dinámico e inquietante caso de estudio -para los doctos-. La sorpresa hecha ciudad a través del esfuerzo y su dinámica social. Ciudad dormitorio que a pesar de todo se le sigue viendo con cierto grado de picardía, con una buena dosis de exotismo y con una gran distancia física que acusa todo limite mental. Ciudad Neza existe a pesar de todo pronóstico y este año ha cumplido oficialmente cinco décadas de haberse consolidado como un municipio mexiquense (el 120), también como un referente para la norma ridiculizada y la excepción eficaz.
La historia de Ciudad Neza (a secas), “MiNezota”, o “NezaYork”, como guste llamarle se encuentra entre carencias, polvo y determinación, la pura necesidad. Un asentamiento informal producto de la desecación del Lago de Texcoco ocurrida en los años 40 del siglo pasado y la especulación por la adquisición del suelo en conjunto con la política gubernamental de desarrollo basada en la industrialización de la economía.
Todo lo mencionado consolidó a una velocidad sorprendente una ciudad económicamente poderosa y contradictoria, llena de contrastes. Rica en manifestaciones culturales, urbanas, económicas y sociales concentra a la par de su velocidad de desarrollo, manifestaciones relevantes en el ámbito de la migración, la densidad, el equipamiento y esa nostálgica etapa donde lo rural intentó –fracasando- equilibrarse con lo urbano.
25 km2 y más de 1, 200 000 habitantes dan vida a este territorio gris que exigió a sus moradores originales dominar a cada paso el extinto territorio lacustre que se negaba a ser urbanizado. Un municipio que se integró con aportaciones territoriales de Chimalhuacán, Atenco, Ecatepec y Los Reyes La Paz, que fue decretado y reconocido oficialmente hasta el 23 de abril de 1963 conservando sus características agrestes o la carencia de servicios elementales como el agua potable o la energía eléctrica. Eso sí, con una organización social envidiable que determinó sus primeros corredores comerciales basados en la industria local (mano de obra migrante) y “puso orden” al caos establecido por la venta de predios que desde 1949 el gobierno había autorizado a diversos desarrolladores.
Los primeros censos de la ciudad anunciaban en 1979 que había más de 580 000 habitantes distribuidos en 90 338 viviendas, una ocupación promedio de 6.4 personas por vivienda. De ese total de viviendas poco más del 40% contaba con sistema de drenaje, sólo el 32% contaba con agua potable y un 60% de las mismas con energía eléctrica. Ese año sólo las avenidas principales de la gran retícula habían sido pavimentadas y hacia 1983 el 10% de las calles del municipio habían adquirido esta cualidad. El proceso aún no termina.
Desde hace algunos años, Nezahualcóyotl ha observado tasas de crecimiento negativas, después del boom poblacional de las década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Tiene porcentajes de servicios públicos cubiertos de más de 98% y representa más de 7.3% de la población total del Estado de México. Es el segundo municipio más poblado del país. Y sigue siendo gris (en todo sentido), la demanda de espacios públicos y zonas verdes es una de las grandes deudas con sus pobladores quienes sucumben invertiblemente a la proliferación de plazas comerciales que intentan –y quizá logran- sustituir los puntos de encuentro social por centros de intercambio comercial. ¿Estos lugares son refugios o son alternativas para habitar el municipio?
En Nezahualcóyotl se presenta una reconstrucción constante del espacio común que parece intentar disfrazar a toda costa lo hostil del contexto con una pretensión de igualdad social que a cualquiera seduce. Por eso, no sólo se acusa fealdad en el señalamiento de la autoconstrucción y el caos que le resulta. Hay otro grado de manifestación monstruosa que se vincula a la ruptura de todo vínculo emocional, social y de la vida del barrio concedida por las autoridades a consorcios e inversionistas que persiguen, más que una visión integral de la ciudad y la satisfacción de necesidad elementales, jugosas ganancias a costa de la carencia de planificación, de paisaje, de espacios dignos para la recreación y la convivencia. ¿Hasta cuándo las mejores zonas deportivas de Neza seguirán siendo campos de arena colmados de vidrios rotos y piedras cortantes? ¿Hasta cuándo las banquetas rotas y las calles oscuras seguirán siendo parte de la imagen urbana?
Ahí, donde el gran fotógrafo Héctor García documentó que todo esfuerzo colectivo era la conquista de un futuro prometedor en medio de una nube de polvo y un universo de moscas o caminos lodosos, donde de noche y de día nada más se escuchaban los perros ladrando, las cosas siguen siendo igual, quizá un poco peor. Hay sonidos particulares que le pertenecen al municipio y a su gente. Colores y técnicas de apropiación, manifestaciones de la sobrevivencia; conflictos y tensiones sociales que nos recuerdan que también esos perros que ladran nos escuchan en medio de esa retícula perfecta que parece repetirse indefinidamente provocando un eco que puede resultar incomodo para las buenas conciencias.
A 50 años de haberse consolidado, Ciudad Neza sigue creciendo y diversificando a su modo la presencia de su gente y sus valores. ¿No será tiempo suficiente para dejar de ver este territorio como campo de estudio de su transformación o consolidación pasada y comenzar a esbozar los 50 años futuros que ya han iniciado?, ¿por qué aferrarse en el cliché de lo que Ciudad Neza representa y no poner la mirada en lo que podría significar? ¿Fealdad actual la del municipio? Fealdad, toda aquella que por omisión y complacencia, por corrupción y ambición desmedida se comienza a establecer disfrazada de servicios y obras de caridad.
La ironía permanece altiva y quizá es la última salida que se tiene antes de seleccionar el cinismo como alternativa.
Fotografías cortesía **Arturo García Trinidiad
**Arquitecto y Fotógrafo: Becario FONCA 2010-2011 y 2012-2013 Jóvenes Creadores en la Disciplina de Fotografía. Selección de imágenes pertenecientes a la serie Buenos Días Minezota y Luces de Nezayork.